El Capitán Trueno
es una historieta en formato cuadernillo de contenidos épicos muy
característica de la España de los años cincuenta. Los créditos
-cuando aparecen- vienen firmados por el guionista Víctor Mora
(con el pseudónimo de V. Alcázar y otros) y por el dibujante
Miguel Ambrosio Zaragoza (Ambrós). Desde los primeros tiempos de
su creación, parece asumir -que no asume- todos los tópicos de un
género de tan elevado aprecio popular. El nombre de su
protagonista, su componente estólido, la jerarquía que impone a
sus compañeros, de claro tinte paternalista, y la presencia de una
dama con la que mantiene un amor casto y mendaz, que lejos de
humanizar al héroe lo reafirma como estereotipo. En suma, hay una
contrastada superioridad de lo masculino sobre lo femenino, y de
la nobleza de los caciques sobre la incultura y patanía que
derrochan las clases populares que ven en el líder un modelo de
comportamiento a seguir.
La ambientación de un escenario, esencial en el
desarrollo de cualquier historia heroica, queda por completo
desdibujada en estas aventuras medievales, no sólo en el plano
gráfico, sino también en el literario. Este hecho puede deberse
aparte de la impericia de los narradores, a una estrechez de
plazos de entrega motivados por una cadencia semanal que impide la
precisa visualización geográfica. En la vertebración del relato se
rinde un excesivo tributo al “continuará”, por otra parte típico
de cualquier serial de todo país o época, que sirve para presionar
a los compradores en la adquisición del siguiente cuadernillo. Los
ciclos argumentales deben terminar antes del final de un ejemplar
para rápidamente comenzar el siguiente y acabarlo en situación
apurada. Como la acción es el centro y la coartada de las
historias, los diálogos son escasos y donde se hacen necesarios
resultan engolados y retóricos tanto en las
escenas
de (falso) amor, como en otro tipo de parlamentos religiosos o
ideológicos, en consonancia con la casta dominante del país, y
vigilados por una censura poco dada a concesiones y
flexibilidades.
En El Capitán Trueno, la recalcada ausencia
de factor tiempo y el encadenamiento de episodios más o menos
independientes, no ligados por subtramas, incide en el cierre de
las posibilidades de evolución de la historia por lo que la
repetición de supuestos argumentales será una constante temida al
poco tiempo de la apertura de una colección.
El equipo formado por Víctor Mora y Ambrós
modifican el cerrado libro de estilo que cursa con los seriales de
aventuras en la mayor parte de los primeros 175 cuadernillos de
este serial. La reforma del canon trae como consecuencia la deriva
hacia un relato más personal dotado de un cuerpo de mucho mayor
contenido y sensiblemente mejor construido que bebe de influencias
más veraces que las propuestas por los seriales de aventuras
patrios. Las referencias irrefutables que aproximan el relato de
Mora (y Ambrós) hacia una mayor cualificación son las historietas
de la prensa sindicada estadounidense, más en concreto las de
Milton Caniff (Terry y los piratas) y Hal Foster (Príncipe
Valiente) que el autor conoce y admira.
Historia editorial de El Capitán Trueno.
Un enfoque simplificado de la trayectoria editorial
de la obra, compleja en formatos, guionistas y dibujantes, podría
venir representada en tres épocas distintas, correspondiendo dos
de ellas a la producción de material original y una tercera a la
reedición de productos de calidad ínfima que han contribuido a
demonizar y dar contexto a la (cierta) leyenda negra de Bruguera.
La primera fase de producción de material original,
principal e inicial, queda enmarcada entre 1956 y 1968, con la
aparición del personaje en cuatro soportes editoriales.
Cuadernillos de El Capitán Trueno en número de 618
(14-V-1956 a 12-VIII-1968), siendo sus dibujantes más cualificados Ambrós y Pardo. A los tres meses de iniciarse este formato aparece
el héroe en dos páginas de la revista Pulgarcito,
desde el día 13-VIII-1956 hasta el 1-I-1962, con un receso que
ocupa la práctica totalidad de 1957, año en que no hace presencia
en la revista. El 18-I-1960 surge un formato vertical con el
nombre de El Capitán Trueno Extra, publicación que
cae en manos de autores artesanales obligados a asumir el estilo
Ambrós y que alcanza 427 ediciones hasta su cancelación el 18-III-1968.
En estas tres conformaciones hay presencia de ediciones especiales
llamadas extras y almanaques. La publicación de material
original, en esta primera fase, culmina con la aparición de seis
títulos en la colección Héroes, entre marzo de 1963
y marzo de 1966.
De 1968 a 1975 Bruguera da pie a su leyenda negra
al sacar al mercado una especie de refrito titulado Trueno
Color, de 297 números en total, que mezcla sin ningún
reparo episodios de las ediciones anteriores, a excepción de la
colección Héroes. Es una mezcla desordenada (sublimación de
una primera colección espuria titulada Album Gigante)
con supresión de episodios y viñetas completas, remontado y
retocado de las mismas por concesiones a la censura, a lo que hay
que sumar el añadido de color de calidad ínfima y unas portadas,
que pese a la bondad de las pinturas de Bernal, no justifican una
edición tan… injustificable. Las múltiples reediciones y retapados
de este producto menor, hacen de él la colección más conocida del
héroe de Mora.
Durante la década de los ochenta, y a consecuencia
de un auge editorial de cómics en España, la obra retorna en dos
diferentes modelos de renovación. Uno son las reediciones fieles
de parte del material original, realizado la mayoría de las veces
por editoriales piratas y a precios abusivos. Su reclamo comercial
está basado en la evocación nostálgica que despierta el personaje
en un sector adulto de la clientela que quiere recuperar sus
tebeos de infancia, aun a precios astronómicos. Tebeos que por
otra parte pasan de ser una “vil muestra” de la industria
franquista a historias meritorias con las que aprendieron a soñar
muchos jóvenes españoles. Aquella validación al alza trae como
consecuencia la producción de nuevos relatos, publicados por otras
editoriales además de por Bruguera y su continuadora Ediciones B.
El personaje es básicamente el mismo con un remozado y pulido en
sus actitudes más reaccionarias, incluida su postura ante el amor,
lo que permite a los españoles hacer realidad el fetichismo soñado
de ver la cara oculta de la luna, la integridad dorsal de una Sigrid maciza y sensual. Pese a los intentos de Víctor Mora por
mantener en un plano de actualidad a su antigua creación, pese a
los espectaculares dibujos de algunos de sus nuevos dibujantes (en
especial los de John Burns) y pese a la desnudez de Sigrid, estas
historias tan sólo traen un valor coyuntural en la biografía
editorial del personaje, y su breve estela se disipa en los
inicios de la década de los noventa. Aparte, en mayo de 1982, en
la enciclopédica Historia de los Comics de Toutain Editor,
aflora una curiosa aventura de El Capitán Trueno obra de
Mora y Ambrós, de componente testamentario, que de una manera
metafórica narra la caída de la censura y la liberación del
personaje en todas sus manifestaciones. Una escena brilla
especialmente: Sigrid, desnuda y en el lecho conyugal, pide más
lances amatorios a un Capitán Trueno sumido en un estupor cómplice
y refractario.
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