Como ocurre en todas las disciplinas artísticas y de la
comunicación, los maestros escasean; también en la historieta. Sí,
existen los Hot Artist, están los dibujantes de culto, no
faltan los autores revelación, de vez en cuando podemos invitar a un
historietista estupendo... Pero, maestros, pocos hay. Eisner, como
Töpffer, como McCay, como Breccia, como Blasco, como Moebius, como
Tezuka, es uno de los pocos. Es de ese tipo de creadores de cómics
que ha luchado, que ha innovado, que ha creado estilos, escuelas y
épocas en la historia de los cómics, un referente constante.
William Erwin Eisner nace judío y pobre, en 1917, hijo de
un pintor que marchó a Nueva York a buscar fortuna y no la halló. De
niño, Willie trabajaba después del colegio y los fines de semana
para coadyuvar a la economía familiar vendiendo por la calle
ejemplares del Wall Street Journal. He aquí la simiente del
genio: Eisner leía los cómics que aparecían en aquellos periódicos
por entonces, las historietas de Alex Raymond, Milton Caniff, George
Herriman y Elzie Segar, quedando prendado por completo de
los dos últimos. También leyó pulps, revistas de
ilustración, semanarios (Liberty, Colliers o The Saturday
Evening Post, por ejemplo ), enamorándose de sus
excelentes dibujos. Eisner desarrolló no sólo amor por los dibujos,
también demostró ser poseedor de un gran talento para elaborar
ilustraciones, así que con ocho años decidió dedicarse al dibujo, a
despecho de la oposición de su madre, y comenzó a estudiar en el
colegio Witt Clinton, en cuyo periódico publicó su primer trabajo:
la ilustración titulada “At the “forgotten” Ghetto”. Era el 8 de
diciembre de 1933.
Durante ese año y el siguiente, Eisner desarrolló
diferentes estilos gráficos, dibujos a pluma, aguadas, acuarelas
imitando ilustraciones de su padre, e incluso dibujos fantásticos de
estilo Art-decó, pero siempre se mostró más atraído por la
ilustración de tono caricaturesco, muy en la línea de Herriman, las
cuales fue elaborando para programas, carteles y publicaciones de su
colegio. En las ilustraciones que Eisner elaboró para la revista
literaria The Magpie ya atendemos a otra influencia capital:
el Thimble Theatre de Segar (serie de tiras de prensa luego
más conocida por Popeye). Esta última influencia se
consolidaría en la que fue la primera historieta publicada por
Eisner, “Spunky”, a modo de tiras semanales en la publicación The
Clintonian, en 1935 (si bien su primera historieta remunerada
apareció en 1934, en una campaña publicitaria de la firma New
York American: “Sketched from Life”, resuelta con bastante mala
mano). A esas tiras, siguieron otros trabajos que Will fue
elaborando para presentarlos a los syndicates e introducirse
en el mundo laboral. En 1935 creó a “Dopey and the Duke”, un serial
humorístico, y ese mismo año “Harry Carey”, un serial de
cómics de género policíaco y humorístico. Todos estos trabajos estaban muy emparentados, en estilo y en argumentos, a
la obra de Segar, y el autor se sentía muy incómodo procediendo así.
Intentó evolucionar hacia una línea más realista trabajando en el
serial detectivesco “The Flame”, también de 1935, pero estaba claro
que ese no era aquél su campo de actuación.
Finalmente, en 1936, Eisner consiguió vender sus viñetas a
una publicación de historietas, la llamada Wow, What a Magazine!,
para la cual transforma su Harry Carey en “Harry Karry” y su
serial “The Flame” en “Flame”. El futuro no parece prometedor y,
entonces, Eisner se asocia con Samuel Iger para formar un estudio
propio por el cual llegaron a menudear autores como Jack Kirby o Lou
Fine y que de este modo les permitió publicar sus cómics hasta en
Australia, concretamente en Wags. Después de esto, Eisner se
convierte en locomotora de la historieta. Trabaja enormemente
durante este periodo, dibuja bajo una docena de estilos diferentes
que firma bajo una docena de distintos seudónimos, y también
participa en los trabajos de Kirby, Fine, Bob Kane o Mort Meskin,
por citar algunos ejemplos. Su mayor logro por entonces, a tenor de
los estudiosos americanos y franceses, sería la muy alabada
historieta “Muss’em Up”, publicada en 1938 en Funny Pages (Centaur
Comics), muy tosca en su resolución pero repleta de recursos
narrativos muy innovadores para su época: fortísimos claroscuros,
planos detalle efectivos, angulaciones sorprendentes y un gran
dinamismo en la secuenciación.
Tanto esfuerzo obtiene sus frutos y, en 1939, Eisner recibe
una oferta del director editorial de Quality Comics) para ocupar un
puesto de redactor jefe, dibujante y guionista. Will acepta, rompe
sus lazos con Iger y en Quality Comics colabora en series como
The Black Condor, Uncle Sam, Dollman, etc., comic-books en los
que va desarrollando su estilo personal. Todo ello cristaliza en
Jumbo Comics en 1939, donde Eisner se ratifica como autor
incapaz de abandonar el caricato. Sus trabajos realistas, como el
afamado “Hawk of the Seas” (para Jumbo, en principio), no
lograban desasirse del lastre de Segar o Herriman, si bien Eisner
enmascaraba esa incapacidad para el apunte del natural con pericia
narrativa. Hay que remarcar que el autor desarrolló durante estos
años en Quality una gran capacidad para la evasión, transportándonos
a ámbitos exóticos, contándonos historias policíacas emocionantes,
participando, en suma, en el período de bonanza, de New Deal,
que estaba viviendo EE. UU. Pero pronto se le planteó la
posibilidad de sustituir al nacionalista Tío Sam por otro héroe más
mundano, más desapegado de la realidad política internacional. Sería
su director, Arnold, quien le brindase la oportunidad, al sugerirle
la posibilidad de elaborar un suplemento de historieta diferente,
nuevo, para ser editado semanalmente. Eisner dijo sí de inmediato. Y
entonces comenzó la leyenda. El nuevo formato de publicación (de
solamente 16 páginas, pero de cadencia acelerada y con mucha
libertad de actuación) fue utilizado por Eisner como plataforma de
experimentación, naciendo así The Spirit. Allí se reveló como un
autor que deseaba no solamente narrar otras historietas, también
demostró ser un experimentador nato que, durante 1940 y 1941,
inflamó las retinas de los lectores de periódicos de Nueva York con
sus estructuras narrativas paralelas, sus planos cenitales, sus
juegos de sombras y sus ángulos de vista inquietantes. En las tiras
diarias de The Spirit (que comenzaron a publicarse en el
diario de Filadelfia Record, en 1941) rompió moldes en la
particular técnica de las daily-strips, y siguió por este
camino hasta su enrolamiento en la Armada, en 1942.
Si se ha hecho hincapié en este artículo en repasar las
primeras producciones dibujadas y los primeros pasos profesionales
de Eisner ha sido porque en España, hasta hoy, no se había
profundizado lo suficiente en esa parte de su producción, y porque
nos sirve para comprender el rumbo que toma la obra del autor
posteriormente. Durante su servicio de armas, Eisner siguió
dibujando, en este caso para alentar a la tropa. Ya no hacía
escenarios exóticos ni aventuras sin cuento. Dibujaba argumentos
cotidianos, chistes sencillos y domésticos para The Flaming Bomb,
tiras cómicas y disipadas para el diario local Republican,
una parodia algo insultante de los altos mandos (“General Poop”)
que fue rechazada por su escaso ensalzamiento de la cúpula militar
americana, y la histriónica serie “Joe Dope” aparecida en Army
Motors...
Es aquí donde nos percatamos de que Eisner había abandonado
el sueño de evasión que le impulsaba a dibujar en su juventud. Y
volvió al barrio; al escenario en el que comenzó a trabajar. Sus
siguientes miradas se posaron en aspectos más humanos por cercanos,
si bien mantenía la muleta de lo exótico, de lo aventurero, de lo
misterioso, en sus relatos. Su vuelta a The Spirit constituyó
su consagración como maestro indiscutible de la narratividad, tanto
en la composición de la página como en la estructuración de la
secuencia entre viñetas. Cada una de sus breves entregas del héroe
vuelto de la tumba es una lección para cualquier autor, incluso
para los consagrados. Y prosigue en esa línea, esforzada y
experimental, pero siempre cercana al lector, como si lo narrado por
Will estuviera ocurriendo dos manzanas más arriba. Sus creaciones
subsiguientes prosiguen en esa línea: “Skip” Suden, Ruff and Reddy,
Nubbin, John Law, sus trabajos en Hood Up, Rip Roscoe...
todas ellas provistas de tilde cómica, de trazo ágil y bufón, pero
con un trasfondo argumental siempre pendiente de la cruda realidad.
En The Spirit ocurría lo mismo, si bien el esfuerzo
narrativo de Eisner era mucho mayor y sus intereses trascendían más
allá de los contenidos habituales de los comic-books americanos.
Sobre ello llamó la atención el dibujante y crítico Jules Feiffer en
Playboy, en 1965, donde reconocía las cualidades de “adulto”
de aquél trabajo en cómics. Eisner se erigió, a partir de ese
momento, en abanderado de los “cómics de autor” estadounidenses.
Implicó a sus personajes más en cuestiones políticas, mostró
abiertamente que The Spirit era una obra coral en la cual el
enmascarado no era más que el vínculo entre las muchas vidas
corrientes que interesaban a Eisner; y todo ello sin dejar de hacer
de su obra una constante máquina de experimentación formal y
narrativa, incluso cuando su personaje comenzó a ser publicado por
Warren con el formato magazine.
Precisamente en una de aquellas revistas, en el núm. 21 de The
Spirit, Eisner trabajó sobre un proyecto fascinante que escapaba
a todo lo que había dibujado hasta el momento: “Life on Another
Planet”, una historia de espionaje mezclado con astrofísica en la
cual importaba más la cercanía emocional del personaje protagonista
que el hecho de la vinculación extraterrestre.
Este tipo de historias las había venido ensayando en The
Spirit y habían cristalizado en la que supuso la vuelta
definitiva a su barrio, a sus orígenes: A Contract with God and
Other Tenement Stories, libro publicado con este largo título
por Baronet Books y que inauguró lo que muchos teóricos denominaron
“novela gráfica” y “cómic-novela” en el cómic americano, debido a
que su formato a modo de libro indicaba un paso más en la escala
hacia la legitimidad de la historieta (¡Valiente tontería!) En
realidad Eisner pretendía hacer una “narración gráfica”,
simplemente, pero no trascender el medio, perfectamente válido por
sí mismo. Contrato con Dios constituyó, eso sí, una ruptura
con lo que había estado narrando hasta ahora para su público, si
bien no era más que la lógica conclusión de sus esfuerzos en la
historieta, pese a seguir esgrimiendo aún un estilo caricaturesco
Tanto esta obra genial como otras que le siguieron, y de
las cuales se ha hablado ya mucho en nuestras publicaciones sobre
tebeos, Eisner ejercita la autobiografía, y la ejercita con gran
sabiduría. Actúa con libertad absoluta en la ejecución de los
esquemas narrativos, rompe marcos de viñetas y genera páginas de
extraordinaria luminosidad; con ello transmite perfectamente las
miserias, emociones, aromas y pesares de sus protagonistas
terrenales, de sus antihéroes. Y sigue centrando la residencia de
toda esa “comedia de la vida” en su barrio de origen, u otro
idéntico, con la salvedad de la fallida obra a dos manos Outer
Space Spirit (1977-1990)
De
ahí el argumento y el tono que utiliza en New York: The Big City
(1981), The Dreamer (1986), The Building (1987),
City People-Notebook (1989), Invisible People (1992),
Dropsie Avenue: The Neighborhood (1995), o To the
Heart of the Storm (1991)
Eisner ha continuado en esa línea desde finales de la
década de 1970, compaginando sus esfuerzos sobre el tablero de
dibujo con sus trabajos como educador en la
School of
Visual Arts de Nueva York, entre 1973 y 1979, cristalizando esta
actitud en sus dos tratados didácticos sobre la narración secuencial
en historieta: El cómic y el arte secuencial y La
narración gráfica. No ha dejado, tampoco, sus labores como
ilustrador (en Kitchen Sink, en Poorhouse Press) y sus
colaboraciones esporádicas con otros editores y autores (en Eclipse,
en Fantagraphics Books, en DC). Mas, su interés ha sido la vuelta a
las esperanzas y a las miserias humanas más vecinas, más nuestras, y
por ello acaso La Avenida
Dropsie
pueda ser
tenida por su obra maestra, un trabajo tan perfectamente narrado y
tan intensamente hermoso que marca la cota a partir de la cual la
producción de Eisner comienza a resentirse. Sus últimos cómics son
perfectamente olvidables si los comparamos con los logros cosechados
anteriormente; y si bien es cierto que son trabajo menores, también
lo es que Eisner contaba con 80 años cuando los dibujó.
Desde que Kitchen Sink dejó de publicar cómics (diciembre
de 1998), un anciano pero ni por asomo cansado Eisner ha tenido que
buscarse un nuevo editor para sus historietas. La editorial NBM,
interesada en el cuento infantil y las adaptaciones literarias, le
contrató en seguida para la realización del cuento The Princess
and the Frog y la introducción a El Quijote titulada
The Last Knight, dos trabajos fallidos. Por fortuna, en
la convención de San Diego de 1999 Will firmó un contrato con DC,
editorial que creó un sello exclusivo para reeditar todos sus libros
de cómics y para publicar trabajos nuevos. En 2000, Eisner firmó
nuevos libros de cómics:
Last Day in
Vietnam para Dark Horse, que siguió en su honda autobiográfica y que ganó el
premio Harvey al Best Graphic Album of Original Work en 2001,
y Minor Miracles para DC, que viene a ser una secuela de
Dropsie Avenue.
Durante 2001 Eisner sigue
cosechando gloria
(la edición The Spirit Archives se llevó un buen premio –y, de
hecho, existe un premio con su nombre: The Eisner Award–), ha
preparado una nueva obra y ha visto editado –por Dark Horse– un
libro repleto de entrevistas que sería maravilloso poder ver
traducido al castellano.
Will Eisner, un maestro. Un genio vivo que dibuja lo ordinario. Lo
más difícil.
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