Will
Eisner tenía 82 años cuando comenzó a realizar este álbum. En la
introducción a la obra explica al lector que él, como judío que es,
fue educado en la creencia de que a un acontecimiento inexplicable no debía
buscársele explicación. Esta voluntad manifiesta por eludir un análisis
racional de los hechos es terreno fértil para que se elaboren los mitos,
historias que conforme envejecen van adquiriendo una dimensión cada vez más
marcadamente fantástica, transformándose en Pequeños Milagros.
Vivimos
en un tiempo de cinismo y descreimiento, de falta de cualquier tipo de fe. Es
por esto por lo que el lector se puede aproximar a esta obra con cierta
resistencia inicial, temeroso de encontrarse con increíbles cuentos de hadas
repletos de moralina absurda.
No
es el caso. Eisner nos presenta historias sorprendentes, tanto por su desarrollo
como por su conclusión, pero siempre dotándolas de una verosimilitud tal, que
si no son reales bien podrían haberlo sido.
Gráficamente,
estamos ante uno de los trabajos más sobresalientes de los últimos años en la
producción del creador de The Spirit.
Tras la relativa decepción de Last day
in Vietnam, en la que el acabado, sin
apenas fondos, dejaba bastante que desear, Minor
Miracles ofrece una soberbia combinación de tinta y aguadas con la que
visualizamos la Avenida Dropsie con la
misma nitidez con la que uno se introduce en el Manhattan de las películas de
Woody Allen.
En cuanto
a la vertiente más puramente literaria, se trata de relatos sin mayor moraleja
que la que el lector sea capaz de extraer y he aquí su mayor acierto. Siendo
Eisner un judío de firmes creencias, podía haber caído en
la tentación de hacer una relectura y subrayar la lección moral de cada
cuento. Sin embargo, su estudiada distancia a la hora de narrar la historia deja
en el aire cualquier enseñanza posible, obligando a cada uno a sacar sus
propias conclusiones. Y es que probablemente sea esta invitación a la reflexión
el mayor acierto de la obra, por lo demás notable en hallazgos narrativos
historietísticos, como no podía ser de otro modo tratándose de uno de los
genios vivos de la historia del cómic.
Todas
las historias están ambientadas en ese Bronx mítico que Eisner ha dado en
llamar Dropsie Avenue y que poco a
poco se ha ido transformando en el común denominador de gran parte de sus
novelas gráficas. Sin embargo, cada narración tiene su peculiaridad y conviene
examinarlas con un poco mas de detenimiento:
The Miracle of Dignity
es la historia del ascenso y la caída del Tío Amos. Sin embargo, la historia
no habla tanto de la manida dualidad éxito - fracaso como del interesado uso de
los principios (en este caso la dignidad) como coartada de nuestros actos y de cómo
esto se puede volver en contra nuestra.
Street Magic
es una historia probablemente autobiográfica en la que Eisner narra una de las
muchas anécdotas derivadas de su difícil integración en un barrio multiétnico
en el que prevalecía la ley del más fuerte... o del más listo. Es la más
breve de las historias del libro, pero contiene la esencia del mejor Eisner.
A New Kid in the Block constituye una obra por sí misma y como tal podría haber sido
editada. Es quizá la historia más fabulada y alegórica de cuantas constituyen
el libro y narra la aparición de un chico misterioso en el barrio y cómo éste
afecta al devenir cotidiano de diversos
habitantes de la Avenida Dropsie. Más
allá de los hechos inexplicados y las coincidencias asombrosas, Eisner parece
querer alertarnos sobre lo frágil y volátil de la felicidad y cómo finalmente
nadie puede solucionar por nosotros nuestros problemas.
A Special Wedding Ring
es aparentemente la historia de moralina más burda, ya que aparentemente pone
en práctica el dicho “siempre hay un roto para un descosido”
y lo lleva a su extremo, dando a entender que en realidad tus defectos te
obligan a convivir con alguien necesariamente igual de defectuoso. Tras una
segunda y más detenida lectura , apreciamos que en realidad el mensaje es algo
más complejo, ya que en el fondo lo que hace es mostrar cuáles son las
verdaderas virtudes frente a dones pasajeros.
Todas
estas historias constituyen un ramillete de pequeños
milagros al haber sido realizadas en solitario por un venerable anciano
de 82 años, cuya fe y fuerza de voluntad lo han llevado a realizar algunas de
sus mejores obras en una edad en la que otros comienzan un lento declinar. El
gran milagro de este álbum se llama Will Eisner y hasta el más cínico ateo de
este planeta debería creer en él.
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