Se celebran los 100 años de la aviación, 1903-2003.
La aviación, los héroes pilotos, las hazañas bélicas aeronáuticas,
han sido una constante en la historieta que queremos evocar en
este centenario.
Volar ha sido siempre una de las grandes
aspiraciones del ser humano. Observando los pájaros, creando en su
mente imaginativa seres y monstruos voladores, sobrecogido al
principio por los fenómenos celestes que le aterrorizaban, el
hombre estaba fascinado por surcar el espacio, por elevarse a la
altura de los dioses y contemplar la Tierra desde arriba. El
hombre se siente como el ángel caído y quiere elevarse de su
triste situación. Cree que el volar le puede ser de ayuda. Ya la
leyenda de Ícaro y Dédalo nos da la clave de la ambición humana:
Encerrado Dédalo por Minos en su propio laberinto construye dos
pares de alas, para él y para su hijo, que se pegaron con cera al
cuerpo, y gracias a las cuales pudieron elevarse y escapar de su
intrincada prisión. Pero el joven Ícaro, desoyendo los consejos de
su padre, lleno de alegría, víctima de la ebriedad del vuelo, se
elevó tanto que la energía del Sol derritió la cera, lo cual
provocó su caída al mar, donde se ahogó.
Si damos un sentido parabólico a la leyenda, el
Laberinto puede asemejarse a nuestro mundo, del que el individuo
está prisionero sin poder escapar; las alas simbolizan el poder de
la imaginación y el sueño que nos permite escapar de las
realidades cotidianas y nos impide zambullirnos en las aguas
envenenadas de la locura; la excesiva elevación de Ícaro
representa el deseo del hombre de acercarse a los dioses y
compartir con ellos su inalcanzable poder; la muerte del joven nos
recuerda que es imposible escapar a la condición humana, salvo si
permanecemos en un nivel que esté a nuestro alcance, como es el
caso de Dédalo, quien, dicho sea de paso, puesto que es el
inventor del Laberinto, muestra que es el hombre el autor de sus
propios problemas y desgracias. Basta con reflexionar un poco
sobre la triste situación en que se encuentra nuestro planeta y
nuestra sociedad mundial para constatar la invulnerabilidad del
laberinto y evocar la vía de escape que es el ensueño.
Así, para volar como los pájaros, como las águilas
sería el símil más apropiado, el hombre necesita ponerse lo que
naturalmente poseen las criaturas volátiles: alas. Pero alas sólo
tienen los ángeles, y el hombre está más cerca de los demonios que
de aquellos. Así es que la solución consistía en imitar esos
maravillosos instrumentos de vuelo, creando aparatos, sencillos al
principio y cada vez más complicados luego: desde unas alas de
tela hasta potentes aeronaves que surcan el espacio en busca...
¿de los dioses...?
La aviación se lanzó a los aires, explorando
continentes y surcando los “siete cielos”, despertando una gran
expectación y admiración. Se cantaron odas y se escribieron gestas
dedicadas a los héroes del aire, a los modernos Ícaros que estaban
abriendo una nueva era en los transportes y la civilización...
hasta que muy pronto, en la I Guerra Mundial, 1914, los aviones
revelaron ser feroces instrumentos de muerte, lo que confirmaron
con creces en la Segunda. Como siempre, el hombre, de un
instrumento ingenioso, hace un arma para causar la muerte, como si
deseara que se le fundiera la cera de las alas.
La novela popular, incluidos los pulps,
reflejaron, por supuesto, ese sueño volador, y también esa
pesadilla letal, creando héroes y personajes que se desplazaban
por los aires, en arriesgadas exploraciones, en aventuras
fantásticas, incluso de ciencia ficción, y algunas series
estuvieron consagradas a la aviación, aunque la mayoría de ellas,
claro está, a las proezas de la aviación bélica. Surgieron así
gran cantidad de publicaciones con títulos como Ases del Aire,
Aventuras del Aire, Historias del Aire, La guerra aérea, Historias
de aviación, Ases Voladores, y centenares más, sin contar las
miles de historias con protagonismo aéreo en otros centenares de
series de géneros diversos, incluso el romántico. Como más popular
en España, conocemos la famosa serie americana de “Aventuras de
Bill Barnes” de George L. Eaton, en la colección Hombres
Audaces, de la Editorial Molino, 1933, que más tarde tendría
su sosias español en la serie Ciclón, de M. De Avilés
Balaguer (María Avilés Aguilar), 1942, en la misma editorial.
Mención aparte merece el escritor que dio las
letras de nobleza a la aviación, aviador él mismo y excelente
prosista, con textos llenos de poesía: Antoine de Saint-Exupéry.
No se puede hablar de aviación sin invocarle, sin pensar en todas
esas hermosas páginas escritas con gran sensibilidad, sentimiento
y nobleza, prosa elevada de un espíritu que aspiraba a las
alturas, tanto físicas como espirituales. Un maestro al que rindió
homenaje Hugo Pratt.
El cine hizo desfilar ante los ojos de los
espectadores las fabulosas imágenes en movimiento de los aviones
surcando los espacios, contando las gestas de héroes sin miedo en
filmes y seriales, casi siempre en relatos bélicos. Algunos
seriales fueron notables, como Junior G-Men of the Air (Los
agentes secretos del aire, 1942, 13 episodios) o Phantom of
the Air (El Fantasma del Aire, 1933, 12 episodios), con
Tom Tyler... Es cuantiosa la nómina de películas que versan sobre
la aeronáutica.
En todo caso, fuera de la técnica científica y de
las realidades de este invento, el hombre sencillo buscaba
evadirse, y el volar fue una forma de hacerlo, imaginando y
leyendo acerca de ello. No bastaba la prensa, la radio, el cine, y
más tarde la televisión. La historieta, haciéndose eco de otras
formas de narrativa popular contribuye con no pocas obras al sueño
de Ícaro.
La primera serie de aviación de la que tenemos
noticia es The Airship Man. Sandy Highflier, donde se
mezclan las aventuras con el humor. Además, tiene la
particularidad de aparecer con el nacimiento de la aviación. En
1928 se publicaron, también en Estados Unidos, unas tiras de
prensa con el título Tailspin Tommy, con interesantes
aventuras de aviadores acróbatas. Esta serie hizo soñar a aquella
sociedad americana de la Depresión, que conseguía su dosis de
evasión con las viñetas. En 1929, otra serie, Skyroads,
realizada por el famoso autor de Buck Rogers y llena de poesía,
alcanzó notable éxito a la par que comportó algunos recuadros
didácticos sobre los pioneros de la aviación. Ya en 1930, en plena
crisis, nació Scorchy Smith, donde se distinguiría el
excelente dibujante Noel Sickles, amigo de Milton Caniff y con el
que compartía estudio, y cuyo grafismo es similar. En esta serie
incluso llegó a dibujar el gran Frank Robbins, antes de empezar su
Johnny Hazard. Luego ya vinieron las dos obras maestras
americanas de los héroes aviadores, Johnny Hazard y
Steve Canyon y en Europa las famosas series Buck Danny,
Tanguy y Laverdure y Dan Cooper.
La II Guerra Mundial aportó, junto con sus millones
de muertos, sus destrucciones masivas y su “sentimiento trágico de
la existencia”, infinitas series bélicas, superhéroes vestidos
como payasos carnavalescos y su dosis de sueño evasivo para los
angustiados y aterrorizados lectores. En paralelo con los
superhéroes, algunos justicieros llevaron aparatos que les daban
una presencia inquietante y la posibilidad de elevarse por los
aires para combatir mejor a sus enemigos, gángsteres en general.
En Estados Unidos descuella ese personaje extraño, con dos
orígenes diferentes, el antiguo Egipto y un planeta desconocido
llamado Thanagar: Hawkman, seguramente una de las grandes
series de cómics de todos los tiempos, aunque algunos la
consideren como de segunda importancia debido a que no alcanzó la
fama y renombre de otros aventureros como Batman o Spiderman.
El aporte de España siempre nos interesa por el
olvido en el que se le suele tener, y porque ciertas series y
seriales tienen un agradable gusto nostálgico. Sin embargo, en
comparación con el extranjero son pocas las series de aviación
realizadas en nuestro país, pese a que prosperó un movimiento de
afición en la década de los cincuenta, movimiento que se
circunscribe a cromos y aventuras de guerra. Sólo recordamos una
efímera revista, dedicada a la aviación, que fue Alcotán,
que publicaba interesantes textos sobre aviación e incluía en
portada una historieta de Jesús Blasco, Dan Jensen. En
cromos tuvimos series de éxito como: Aviación, de ediciones
Cisne, 1942; Aviación de 1900 hasta nuestros días, de
ediciones Clíper, 1952; y varias series de aviones de todo tipo,
publicadas por Cisne o Fher.
En historieta, aparte de la corta serie
Aventuras de dos pilotos españoles y Dan Jensen, no
tenemos nada más en España salvo algunas historias autoconclusivas,
pero nada trascendental. Hubo que esperar a una edición francesa
de 1983 para ver una serie de aventuras de pilotos realizadas por
españoles, bien que para el mercado exterior, Los Ángeles de
Acero. En cambio, sí tenemos algunos héroes voladores, en la
gran tradición aventurera del tebeo español, como son El
Murciélago Humano, de Emilio Freixas, o El Misterioso X,
de Manuel Gago.
La aviación es sin duda un tema que no permite que
falte la documentación de la que adolecían la mayoría de los
dibujantes españoles obligados a trabajar mucho y deprisa para
ganarse la vida. Revisando el panorama de este género de
aventuras, son los americanos y los franco belgas los que se
llevan la palma, debido a esa preocupación por el detalle y la
verosimilitud que les caracteriza.
A continuación ofrecemos la lista de las series de
aviación más interesantes.
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