Patoruzito
y los
gauchos
Leonardo Wadel fue el Director de Redacción de Patoruzito al tiempo que
Dante Quinterno era el Director general y el Director editorial. La
formula de la revista contenía dinamismo, mucha aventura, humor y
delirio a mares, todo ello condensado en el vocablo “continuará” que
mantenía el suspenso de la trama y de la acción de cada historieta en
expectación hasta el próximo numero.
Por
más de una década las tapas de la revista se vistieron exclusivamente
con el humor de una escena protagonizada por el Pequeño Gran Cacique
Patoruzito y su amigo Isidorito Cañones. Sin embargo pese a protagonizar
la modernización y renovación de la historieta argentina, Patoruzito
debió adaptarse a nuevos lineamientos que imperaron en la disciplina
producto de una época permanentemente innovadora y artísticamente
revolucionaria que, a la postre, hizo historia en el ámbito de la
cultura popular. Las portadas de Patoruzito dejaron de ser
protagonizadas por el cómico dúo de niños amigos, que fueron
reemplazados por escenas serias y dramáticas de acuerdo a la nueva
tendencia que marcaba la evolución de la historieta. Los relatos
dibujados para dejar en ascuas a los lectores con el clásico continuará
fueron perdiendo relevancia; lo que primaba en la nueva historieta
argentina era el relato completo. Las historias de continuará pasaron a
ser un complemento, fueron empleadas para acompañar, para secundar a una
historieta más extensa. El tratamiento de las temáticas las tramas y los
comportamientos de los personajes se tornaron aún más complejos, menos
lineales, simples y sencillos a como sucedía anteriormente: el héroe
valiente, bueno, puro y justo, convencido de su misión bienhechora fue
reemplazado por antihéroes o por héroes más dubitativos, conflictivos,
cuestionadores de la sociedad y de las instituciones a las que servían,
e incluso transgresores y rebeldes hacia ellas. La revista Patoruzito
fue adaptándose a las nuevas tendencias pero su base de
sustentación, su nacimiento y posterior desarrollo pertenecían a un
estadio anterior a lo mencionado. La publicación protagonizó el inicio
de la renovación pero fue demasiado esfuerzo el intento de procurar
seguir el rumbo de la posterior innovación, máxime contando con una
formula ya de por sí moderna y dinámica.
Nos
relataba Alfredo Grassi que Wadel se retiró de la dirección de
Patoruzito en dichos momentos. Posteriormente la revista no
permanecería en el mercado por demasiado tiempo y así dejó de aparecer
luego de casi veinte años de ardua labor. Sus máximos competidores, las
revistas de Editorial Frontera dirigidas por Oesterheld, que impusieron
las nuevas fórmulas y lineamientos que revolucionaron la historia de la
historieta y continuaron con el camino de innovación iniciado por
Patoruzito, tampoco sobrevivieron comercialmente mucho tiempo y
sucumbieron. Los protagonistas de la época más rica y bullente de la
historieta argentina dejaron de circular pero su estilo se aplicó en
nuevas publicaciones. La Editorial Columba renovó todas sus revistas
siguiendo las líneas mencionadas y resultó finalmente la continuadora
tanto de Patoruzito como de Frontera, contando para ello
con los artistas que habían trabajado en las anteriormente citadas
incluyendo al propio Héctor G. Oesterheld.
Columba sería la única editorial que al paso del tiempo pudo ir
cambiando el género, el estilo, el contenido y la presentación de sus
revistas manteniendo siempre una gran presencia que alcanzo los setenta
años de permanencia, demostró inteligencia, oportunismo y valentía. Tan
sólo la gran crisis económica argentina de fines de los noventa haría
sucumbir a Columba, haciendo mermar sus ventas ante la valiente y
arriesgada - aunque desafortunada- aplicación de una fórmula mas osada
(si bien ya fracasada en Fierro y Skorpio) para un público
demasiado conservador que no aceptó el cambio –cuando anteriormente
siempre los había acompañado-. Debemos saludar a todas ellas, a las
renovadoras, a las revolucionarias, a las osadas y a las comercialmente
más inteligentes.
Tras
su paso por Patoruzito, Wadel escribió “Duval y Gordon” en la
revista Pimpinela de Editorial Códex, unas historietas
protagonizadas por dos periodistas argentinos envueltos en enredadas
aventuras internacionales que dibujaba Vieytes. Para la misma editorial
escribió “Las Aventuras de Sabú” con dibujos de Carlos Roume.
En
los años sesenta, Wadel trabajó para Europa y los Estados Unidos. En
1968, descubrió el potencial de la historieta gauchesca y editó
Fabián Leyes y El Huinca, revistas de historietas dibujadas
por Enrique Rapela, en el segundo caso nacida de un personaje que ya
había visitado las páginas de Patoruzito con anterioridad. Dichas
publicaciones las dirigió con gran entusiasmo debido a su gran amor por
la temática criolla, argentina, histórica, gauchesca, e imprimió en sus
guiones gran
dramatismo, tragedia, lucha, rebeldía… Al relato del personaje principal
de cada revista lo acompañaba un cierto numero de historietas también
gauchescas pero con temáticas diversas. El público aceptó gustoso la
propuesta y
continuaron publicándose hasta la muerte del dibujante Rapela en 1978.
En los años setenta, asumió la dirección de la revista TOP que,
por resultar demasiado costosa, redujo su formato y cambió a su director
Spadari. Wadel, como vemos, siempre es buscado para reordenar y
reorientar.
Las
memorias de Skorpio
Wadel
reapareció triunfalmente hacia fines de los ochenta en Skorpio,
pero no lo hizo como traductor ni como adaptador ni tampoco como
guionista, editor o director. Wadel mostró una nueva faceta de su gran
personalidad pues aquí escribe artículos, comentarios y biografías
referidos a su más querida disciplina: La Historieta. Se trataba de la
sección "La Historieta y Yo", destinada a una publicación entonces
dirigida por Scutti que se podía leer nada más abrir la primera página
de Skorpio. Como en dichos años Wadel ya era bastante veterano,
esta notable aparición en primer plano constituye una gran
reivindicación para su carrera, por más que ha quedado un tanto oculta
esta su ocupación entre las de los que le precedieron y los que le
tomaron el relevo (en la revista Skorpio siempre hubo un espacio
dedicado al estudio, análisis y comentario de historieta, primero
ocupado por Trillo / Saccomano, luego por A. Grassi, más tarde por Wadel
y finalmente por Accorsi y otros). Constituye entonces éste el
ultimo y gran salto de Wadel dentro de la historieta, pues esas paginas
de comentario y análisis de historietas son escritas con su fresco
estilo habitual y resultan una suerte de historia de la historieta
argentina al biografiar a los artífices de la misma coloquialmente,
siendo también –por estar escritas en primera persona- una suerte de
Memorias del propio Leonardo. Toda una joven generación de lectores que
disfruta de esos comentarios no se imagina que el autor de esos
interesantes escritos ya disfrutaba de la tercera edad al momento de
publicar en Skorpio.
Leonardo André Wadel es descrito como un hombre macizo, con cierto tipo
de acento ingles acriollado, mirada miope y simpática y un bigote que
hacia pensar en los bigotes imperiales de Rudyard Kipling o en el
ilustre adorno facial de Albert Schweitzer (observando una foto del
guionista vemos que parece ¡Homero Addams! pero con anteojos). Se
describe su estilo de escritura como florido, barroco, positivamente
encantador, y así fue su impronta tanto como guionista como también en
su labor de historietólogo, analista de historietas y biógrafo de
creadores. Quienes lo quieren, admiran y respetan lo denominan Maestro
de los guiones y Maestro de guionistas. Wadel escribía sus relatos y sus
artículos con alegría, sin prejuicio, eligiendo las palabras al azar
para acentuar la frescura de sus obras.
En
tiempo en que ya primaba el olvido de su tarea e influencia, su
compañero de faenas Alberto Breccia demostró su lealtad reivindicandolo:
«Wadel creía en lo que hacia. Es el primer argumentista de verdad con
una conducta profesional.» Surgió con él, entonces, el primer guionista
de historietas que se considera profesional. Es un escritor que piensa
en imágenes (como corresponde a un verdadero y autentico historietista),
privilegiando el acabado de la obra. Antes de la aparición de L.W. se
ocupaban de los guiones los literatos tradicionales, que lo hacían solo
por compromiso o para ganarse unos pesos. Ellos usaban seudónimos en
actitud vergonzante (para proteger su carrera literaria) y estaban al
servicio de los dibujantes, en un segundo plano, y generalmente
realizaban guiones para un estilo de historieta literaria con mucho
texto. Wadel continuó respetando ese estilo –ya que había dibujantes que
eran especialistas en el mismo- pero lo agilizó. Ya en Patoruzito,
que supuso la renovación dinámica de la historieta argentina, sus
guiones eran realizados para historietas y dibujantes que cultivaban
modernos y ágiles conceptos. Y, en el caso de Vito Nervio la acción se
tornaba vertiginosa, dando la impresión de movimiento gracias al talento
de Alberto Breccia, quien plasmaba con soltura y calidad el texto de
Wadel.
La
fulgurante aparición de Hector German Oesterheld llevó estos nuevos
parámetros modernos hacia la cima, renovándolos aún más,
revolucionándolos.
Si
Vito Nervio es el primer gran personaje de la historieta seria
argentina, si Wadel es el primer guionista que piensa en secuencias
dibujadas, en imágenes para historieta, si Patoruzito es la
modernización dinámica de ella… ¿por qué no son reconocidos? Existe una
fácil explicación: debido a la aparición de Oesterheld. Con sus guiones,
personajes y revistas, todos quedan hipnotizados, embrujados y empiezan
a considerarlo el padre de la nueva historieta argentina y,
posteriormente, debido a su tragedia personal y de su familia es elevado
a la categoría de mito y finalmente endiosado. Todo ello eclipsa a sus
grandes precursores contemporáneos, quienes no escribían ni trabajan
sobre personajes “antihéroes” y mantenían el claro concepto del
predominio del bien contra el mal. El público ya necesitaba personajes
mas “grises”, algo dubitativos, transgresores y conflictivos, y
Oesterheld se los brindó. Al paso de las décadas se produciría la
paradoja, Wadel escribe un Vito Nervio en conceptos adultos para
Chaupinela mientras que Oesterheld, en varias historietas pero
principalmente en El Eternauta 2, escribe acerca de la
lucha, de la resistencia de los buenos contra la presencia de los malos
del relato, todo al mejor estilo clásico de aventuras y acción a
raudales, pero eso si, ojo, con un fortísimo y comprometido contenido
ideológico: Oesterheld es Oesterheld.
Escribía el filósofo Jorge Bosch en el ensayo Cultura y Contracultura:
«El
ascenso de cierto populismo violento e inclusive terrorista en los años
70, tuvo una conspicua influencia en algunos estratos culturales e
intelectuales [en Argentina]. Se extendió en esos estratos la idea de
que los intelectuales del pasado habían sido cómplices de la explotación
del pueblo, y este anatema fue extendido sin mayores miramientos a la
cultura creada por aquellos intelectuales. Surgió así un sentimiento a
la vez de culpabilidad y reivindicación: culpabilidad de los
intelectuales y de su cultura y reivindicación de las masas populares.
»Como
los intelectuales del pasado habían sido cómplices de la oligarquía en
la explotación del pueblo, se hacia necesario, para desagraviar al
pueblo, aborrecer la cultura creada por aquellos intelectuales
»(…)
[aquello] tuvo destacada participación en el asombroso proceso de
transfiguración de la cultura argentina. Se empezó por escribir la
palabra "cultura" así, entre comillas, se continuó hostigándola con toda
clase de cuestionamientos, y se termino por acusarla y denigrarla.»
Aplicando estos conceptos a la historieta, vemos que los intelectuales
del ultimo lustro de los sesenta y principios de los setenta comenzaron
a hostigar a Quinterno (y a Patoruzú ) con toda clase de
cuestionamientos y se termino por acusarlo y denigrarlo hasta en nuestro
dias por jóvenes ahítos de tanta bibliografía que se montaron en los
conceptos vertidos antaño, conceptos que en su momento no fueron muy
bien aceptados por la sociedad, e inclusive hasta sus propios autores no
continuaron desarrollando mas dichas opiniones. Solo en la República
Argentina constantemente autocrítica (a veces hasta la injusticia) se
pudieron cuestionar ídolos tan queridos, casi míticos (Patoruzú y
Quinterno).
Lo
expresado por Bosch, referido a los años setenta, tiene su génesis a
fines de los cincuenta y principios de los sesenta con la “generación
crítica” que rechaza el proyecto cultural creado en torno de la revista
Sur y sus componentes (Victoria Ocampo, Borges, Bioy Casares,
Mallea, etc.), expresando su descontento en el editorial del primer
número de la revista Contorno:
«Rebeldía,
rechazo, desconcierto. Esto es lo que sentimos –se propone gestar– un
nuevo tipo de escritor y lector [a partir de una literatura] en la que
el escritor debiera tomar partido por la praxis como acción en la
historia y sobre la historia».
Aquí
irrumpe en escena el intelectual comprometido y la nueva crítica
literaria incorpora criterios de índole sociológica, filosófica y
política para analizar cada obra.
En
contrapartida, el escritor uruguayo Emir Rodríguez Monegal se enfrenta a
ellos («los
malos críticos, frustrados aprendices de sociólogos, que pierden el
tiempo demoliendo obras que no entienden»)
y los eterniza con un epíteto durísimo y polémico: “los parricidas” en
su libro El juicio de los parricidas: La nueva generación argentina y
sus maestros).
La
historietología naciente, y que no esta fuera del acontecer cultural
sino que forma parte integral de la cultura argentina, aplica también
las teorías de la “generación crítica” o “parricida” -como quiera
llamarse- y analiza a la historieta al estilo intelectual comprometido
desde criterios sociológicos, filosóficos y políticos y también,
obviamente, demuele las obras de sus mayores, de sus maestros (léase
Quinterno y el Cacique Patoruzú) o las ignora y hecha al olvido (léase
obra y trayectoria de Wadel). También en esta disciplina no aparece un
Rodríguez Monegal que equilibre la balanza, por ello hay que recurrir a
críticos literarios como el mencionado o a filósofos como J. Bosch,
analistas de esa época ya histórica pero tan cercana todavía.
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