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LEONARDO ANDRÉ WADEL, EL PRECURSOR, EL MAESTRO ( parte 2 ).

Artículo por Alberto D. Kloster

[ Parte 2. Leer la parte 1 ]

[ Cubierta de Patoruzito, revista en la que Wadel trabajó y contribuyó a elevar a la categoría de publicación mítica ]


Patoruzito y los gauchos

Leonardo Wadel fue el Director de Redacción de Patoruzito al tiempo que Dante Quinterno era el Director general y el Director editorial. La formula de la revista contenía dinamismo, mucha aventura, humor y delirio a mares, todo ello condensado en el vocablo “continuará” que mantenía el suspenso de la trama y de la acción de cada historieta en expectación hasta el próximo numero.

Por más de una década las tapas de la revista se vistieron exclusivamente con el humor de una escena protagonizada por el Pequeño Gran Cacique Patoruzito y su amigo Isidorito Cañones. Sin embargo pese a protagonizar la modernización y renovación de la historieta argentina, Patoruzito debió adaptarse a nuevos lineamientos que imperaron en la disciplina producto de una época permanentemente innovadora y artísticamente revolucionaria que, a la postre, hizo historia en el ámbito de la cultura popular. Las portadas de Patoruzito dejaron de ser protagonizadas por el cómico dúo de niños amigos, que fueron reemplazados por escenas serias y dramáticas de acuerdo a la nueva tendencia que marcaba la evolución de la historieta. Los relatos dibujados para dejar en ascuas a los lectores con el clásico continuará fueron perdiendo relevancia; lo que primaba en la nueva historieta argentina era el relato completo. Las historias de continuará pasaron a ser un complemento, fueron empleadas para acompañar, para secundar a una historieta más extensa. El tratamiento de las temáticas las tramas y los comportamientos de los personajes se tornaron aún más complejos, menos lineales, simples y sencillos a como sucedía anteriormente: el héroe valiente, bueno, puro y justo, convencido de su misión bienhechora fue reemplazado por antihéroes o por héroes más dubitativos, conflictivos, cuestionadores de la sociedad y de las instituciones a las que servían, e incluso transgresores y rebeldes hacia ellas. La revista Patoruzito fue adaptándose a las nuevas tendencias pero su base de sustentación, su nacimiento y posterior desarrollo pertenecían a un estadio anterior a lo mencionado. La publicación protagonizó el inicio de la renovación pero fue demasiado esfuerzo el intento de procurar seguir el rumbo de la posterior innovación, máxime contando con una formula ya de por sí moderna y dinámica.

Nos relataba Alfredo Grassi que Wadel se retiró de la dirección de Patoruzito en dichos momentos. Posteriormente la revista no permanecería en el mercado por demasiado tiempo y así dejó de aparecer luego de casi veinte años de ardua labor. Sus máximos competidores, las revistas de Editorial Frontera dirigidas por Oesterheld, que impusieron las nuevas fórmulas y lineamientos que revolucionaron la historia de la historieta y continuaron con el camino de innovación iniciado por Patoruzito, tampoco sobrevivieron comercialmente mucho tiempo y sucumbieron. Los protagonistas de la época más rica y bullente de la historieta argentina dejaron de circular pero su estilo se aplicó en nuevas publicaciones. La Editorial Columba renovó todas sus revistas siguiendo las líneas mencionadas y resultó finalmente la continuadora tanto de Patoruzito como de Frontera, contando para ello con los artistas que habían trabajado en las anteriormente citadas incluyendo al propio Héctor G. Oesterheld.1

Columba sería la única editorial que al paso del tiempo pudo ir cambiando el género, el estilo, el contenido y la presentación de sus revistas manteniendo siempre una gran presencia que alcanzo los setenta años de permanencia, demostró inteligencia, oportunismo y valentía. Tan sólo la gran crisis económica argentina de fines de los noventa haría sucumbir a Columba, haciendo mermar sus ventas ante la valiente y arriesgada - aunque desafortunada- aplicación de una fórmula mas osada (si bien ya fracasada en Fierro y Skorpio) para un público demasiado conservador que no aceptó el cambio –cuando anteriormente siempre los había acompañado-. Debemos saludar a todas ellas, a las renovadoras, a las revolucionarias, a las osadas y a las comercialmente más inteligentes.

Tras su paso por Patoruzito, Wadel escribió “Duval y Gordon” en la revista Pimpinela de Editorial Códex, unas historietas protagonizadas por dos periodistas argentinos envueltos en enredadas aventuras internacionales que dibujaba Vieytes. Para la misma editorial escribió “Las Aventuras de Sabú” con dibujos de Carlos Roume.

En los años sesenta, Wadel trabajó para Europa y los Estados Unidos. En 1968, descubrió el potencial de la historieta gauchesca y editó Fabián Leyes y El Huinca, revistas de historietas dibujadas por Enrique Rapela, en el segundo caso nacida de un personaje que ya había visitado las páginas de Patoruzito con anterioridad. Dichas publicaciones las dirigió con gran entusiasmo debido a su gran amor por la temática criolla, argentina, histórica, gauchesca, e imprimió en sus guiones gran dramatismo, tragedia, lucha, rebeldía… Al relato del personaje principal de cada revista lo acompañaba un cierto numero de historietas también gauchescas pero con temáticas diversas. El público aceptó gustoso la propuesta y continuaron publicándose hasta la muerte del dibujante Rapela en 1978. En los años setenta, asumió la dirección de la revista TOP que, por resultar demasiado costosa, redujo su formato y cambió a su director Spadari. Wadel, como vemos, siempre es buscado para reordenar y reorientar.

Las memorias de Skorpio

Wadel reapareció triunfalmente hacia fines de los ochenta en Skorpio, pero no lo hizo como traductor ni como adaptador ni tampoco como guionista, editor o director. Wadel mostró una nueva faceta de su gran personalidad pues aquí escribe artículos, comentarios y biografías referidos a su más querida disciplina: La Historieta. Se trataba de la sección "La Historieta y Yo", destinada a una publicación entonces dirigida por Scutti que se podía leer nada más abrir la primera página de Skorpio. Como en dichos años Wadel ya era bastante veterano, esta notable aparición en primer plano constituye una gran reivindicación para su carrera, por más que ha quedado un tanto oculta esta su ocupación entre las de los que le precedieron y los que le tomaron el relevo (en la revista Skorpio siempre hubo un espacio dedicado al estudio, análisis y comentario de historieta, primero ocupado por Trillo / Saccomano, luego por A. Grassi, más tarde por Wadel y finalmente por Accorsi y otros). Constituye entonces éste el ultimo y gran salto de Wadel dentro de la historieta, pues esas paginas de comentario y análisis de historietas son escritas con su fresco estilo habitual y resultan una suerte de historia de la historieta argentina al biografiar a los artífices de la misma coloquialmente, siendo también –por estar escritas en primera persona- una suerte de Memorias del propio Leonardo. Toda una joven generación de lectores que disfruta de esos comentarios no se imagina que el autor de esos interesantes escritos ya disfrutaba de la tercera edad al momento de publicar en Skorpio.

Leonardo André Wadel es descrito como un hombre macizo, con cierto tipo de acento ingles acriollado, mirada miope y simpática y un bigote que hacia pensar en los bigotes imperiales de Rudyard Kipling o en el ilustre adorno facial de Albert Schweitzer (observando una foto del guionista vemos que parece ¡Homero Addams! pero con anteojos). Se describe su estilo de escritura como florido, barroco, positivamente encantador, y así fue su impronta tanto como guionista como también en su labor de historietólogo, analista de historietas y biógrafo de creadores. Quienes lo quieren, admiran y respetan lo denominan Maestro de los guiones y Maestro de guionistas. Wadel escribía sus relatos y sus artículos con alegría, sin prejuicio, eligiendo las palabras al azar para acentuar la frescura de sus obras.

En tiempo en que ya primaba el olvido de su tarea e influencia, su compañero de faenas Alberto Breccia demostró su lealtad reivindicandolo: «Wadel creía en lo que hacia. Es el primer argumentista de verdad con una conducta profesional.» Surgió con él, entonces, el primer guionista de historietas que se considera profesional. Es un escritor que piensa en imágenes (como corresponde a un verdadero y autentico historietista), privilegiando el acabado de la obra. Antes de la aparición de L.W. se ocupaban de los guiones los literatos tradicionales, que lo hacían solo por compromiso o para ganarse unos pesos. Ellos usaban seudónimos en actitud vergonzante (para proteger su carrera literaria) y estaban al servicio de los dibujantes, en un segundo plano, y generalmente realizaban guiones para un estilo de historieta literaria con mucho texto. Wadel continuó respetando ese estilo –ya que había dibujantes que eran especialistas en el mismo- pero lo agilizó. Ya en Patoruzito, que supuso la renovación dinámica de la historieta argentina, sus guiones eran realizados para historietas y dibujantes que cultivaban modernos y ágiles conceptos. Y, en el caso de Vito Nervio la acción se tornaba vertiginosa, dando la impresión de movimiento gracias al talento de Alberto Breccia, quien plasmaba con soltura y calidad el texto de Wadel.

La fulgurante aparición de Hector German Oesterheld llevó estos nuevos parámetros modernos hacia la cima, renovándolos aún más, revolucionándolos.

Si Vito Nervio es el primer gran personaje de la historieta seria argentina, si Wadel es el primer guionista que piensa en secuencias dibujadas, en imágenes para historieta, si Patoruzito es la modernización dinámica de ella… ¿por qué no son reconocidos? Existe una fácil explicación: debido a la aparición de Oesterheld. Con sus guiones, personajes y revistas, todos quedan hipnotizados, embrujados y empiezan a considerarlo el padre de la nueva historieta argentina y, posteriormente, debido a su tragedia personal y de su familia es elevado a la categoría de mito y finalmente endiosado. Todo ello eclipsa a sus grandes precursores contemporáneos, quienes no escribían ni trabajan sobre personajes “antihéroes” y mantenían el claro concepto del predominio del bien contra el mal. El público ya necesitaba personajes mas “grises”, algo dubitativos, transgresores y conflictivos, y Oesterheld se los brindó. Al paso de las décadas se produciría la paradoja, Wadel escribe un Vito Nervio en conceptos adultos para Chaupinela mientras que Oesterheld, en varias historietas pero principalmente en El Eternauta 2, escribe acerca de la lucha, de la resistencia de los buenos contra la presencia de los malos del relato, todo al mejor estilo clásico de aventuras y acción a raudales, pero eso si, ojo, con un fortísimo y comprometido contenido ideológico: Oesterheld es Oesterheld.

Escribía el filósofo Jorge Bosch en el ensayo Cultura y Contracultura:

«El ascenso de cierto populismo violento e inclusive terrorista en los años 70, tuvo una conspicua influencia en algunos estratos culturales e intelectuales [en Argentina]. Se extendió en esos estratos la idea de que los intelectuales del pasado habían sido cómplices de la explotación del pueblo, y este anatema fue extendido sin mayores miramientos a la cultura creada por aquellos intelectuales. Surgió así un sentimiento a la vez de culpabilidad y reivindicación: culpabilidad de los intelectuales y de su cultura y reivindicación de las masas populares.

»Como los intelectuales del pasado habían sido cómplices de la oligarquía en la explotación del pueblo, se hacia necesario, para desagraviar al pueblo, aborrecer la cultura creada por aquellos intelectuales

»(…) [aquello] tuvo destacada participación en el asombroso proceso de transfiguración de la cultura argentina. Se empezó por escribir la palabra "cultura" así, entre comillas, se continuó hostigándola con toda clase de cuestionamientos, y se termino por acusarla y denigrarla.»

Aplicando estos conceptos a la historieta, vemos que los intelectuales del ultimo lustro de los sesenta y principios de los setenta comenzaron a hostigar a Quinterno (y a Patoruzú ) con toda clase de cuestionamientos y se termino por acusarlo y denigrarlo hasta en nuestro dias por jóvenes ahítos de tanta bibliografía que se montaron en los conceptos vertidos antaño, conceptos que en su momento no fueron muy bien aceptados por la sociedad, e inclusive hasta sus propios autores no continuaron desarrollando mas dichas opiniones. Solo en la República Argentina constantemente autocrítica (a veces hasta la injusticia) se pudieron cuestionar ídolos tan queridos, casi míticos (Patoruzú y Quinterno).2

Lo expresado por Bosch, referido a los años setenta, tiene su génesis a fines de los cincuenta y principios de los sesenta con la “generación crítica” que rechaza el proyecto cultural creado en torno de la revista Sur y sus componentes (Victoria Ocampo, Borges, Bioy Casares, Mallea, etc.), expresando su descontento en el editorial del primer número de la revista Contorno:

«Rebeldía, rechazo, desconcierto. Esto es lo que sentimos –se propone gestar– un nuevo tipo de escritor y lector [a partir de una literatura] en la que el escritor debiera tomar partido por la praxis como acción en la historia y sobre la historia».

Aquí irrumpe en escena el intelectual comprometido y la nueva crítica literaria incorpora criterios de índole sociológica, filosófica y política para analizar cada obra.

En contrapartida, el escritor uruguayo Emir Rodríguez Monegal se enfrenta a ellos («los malos críticos, frustrados aprendices de sociólogos, que pierden el tiempo demoliendo obras que no entienden») y los eterniza con un epíteto durísimo y polémico: “los parricidas” en su libro El juicio de los parricidas: La nueva generación argentina y sus maestros).

La historietología naciente, y que no esta fuera del acontecer cultural sino que forma parte integral de la cultura argentina, aplica también las teorías de la “generación crítica” o “parricida” -como quiera llamarse- y analiza a la historieta al estilo intelectual comprometido desde criterios sociológicos, filosóficos y políticos y también, obviamente, demuele las obras de sus mayores, de sus maestros (léase Quinterno y el Cacique Patoruzú) o las ignora y hecha al olvido (léase obra y trayectoria de Wadel). También en esta disciplina no aparece un Rodríguez Monegal que equilibre la balanza, por ello hay que recurrir a críticos literarios como el mencionado o a filósofos como J. Bosch, analistas de esa época ya histórica pero tan cercana todavía.

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NOTAS:

1 La vigencia del nombre Patoruzito ha pervivido hasta la actualidad no sólo en la pequeña revista apaisada Correrías de Patoruzito, también en la efímera revista estudiantil Patoruzito Escolar. Su fórmula era la clásica de su genero, impuesta por el uruguayo Constancio Vigil en Billiken y que tuvo como mejor competidora a la publicación Anteojito del español García Ferre, es decir artículos y notas para la escuela, cosas de interés general, juegos, entretenimientos, cuentos e historietas. Patoruzito Escolar duró muy poco tiempo pese a ser una revista muy bien hecha basándose en la fórmula mencionada. Gracias a ella, muchos niños supieron del Egipto Antiguo y de Tutankhamon antes que dicho tema les fuera enseñado en la escuela.

2 La polémica suscitada en torno de Quinterno, Patoruzú y Wadel, por un lado, y Oesterheld con su Eternauta y los historietólogos iniciadores de la disciplina –en el otro rincón-, debe ser comprendida en el marco de los conflictos dialécticos de los sesenta y setenta. No fue un enfrentamiento clásico entre derechas e izquierdas simplemente porque fue una confrontación (en el ámbito de las ideas) entre diferentes sectores, fundamentalmente dentro del peronismo, el partido mayoritario, en estado de ebullición y que contenía ambas posiciones político-culturales dentro de su seno. Cuando luego obraron las alas extremas, degeneraron la situación, pues utilizaron el lenguaje de las armas no el de las plumas.

A causa de todo ello y de la terrible represión subsiguiente, Ernesto Sábato enuncio su polémica "Teoría de los dos demonios", muy rechazada por la izquierda pues le hizo perder el halo de romanticismo e idealismo que los seguidores de ella empleaban para referirse a la lucha armada. En la historieta no hubo un Sábato, sólo se "demonizó" paradójicamente a los moderados Quinterno y compañía (un peronismo más tradicional, heredero de posturas de los sectores conservador y nacionalista). Oesterheld y su Eternauta Juan Salvo (el peronismo combativo, revolucionario, los Montoneros) -amén de otras historietas menores realizadas por otros autores- mantienen ese halo romántico sobre la lucha armada. Yo amo a Oesterheld y a sus hijas y me conmueve su tragedia, tan terrible e injusta, es por ello que no voy expresar opiniones al respecto. En este articulo utilizo a Oesterheld como “contrafigura” de Wadel, como un recurso literario, para mostrar que hubo un precursor en los guiones modernos ya poco antes de la rutilante aparición de H.G.O, y para rescatar la figura de Leonardo Wadel a través de la gran popularidad que goza el nombre de Oesterheld. En este juego que planteo digo que entre los dos campeones mundiales de la historieta argentina (Patoruzito y Hora Cero), Wadel es Passarella y Oesterheld es Maradona. En Patoruzito, Wadel / Passarella es el hombre que sigue las indicaciones del director Quinterno / Menotti –el verdadero líder–, mientras la gran figura y goleador del equipo es Breccia / Kempes. Mientras que en Hora Cero y Frontera Oesterheld / Maradona es el líder indiscutido quien con sus inesperadas genialidades impacta y desconcierta con sus jugadas / historietas a propios y extraños, a sus colaboradores y al publico lector, ganando el solo las competencias con su presencia y realizaciones únicas y potenciando las aptitudes de sus propios compañeros / colaboradores quienes tratan de seguirle el ritmo y destacarse también.   

¿Se puede equilibrar la balanza que ha "demonizado" a Quinterno? No lo se; yo sólo puedo ir rescatando al Dante (sus creaciones y su gente, como Wadel) y también puedo comentar que los parámetros dialécticos que han usado y siguen usando algunos comentaristas son anticuados, "pre-conciliares" (pre democracia 1983), pertenecen a los sesenta y setenta (la generación crítica o parricida culturalmente hablando), y por ello opino que deben cambiar y / o renovar su bibliografía argentina . O.K., los historietólogos clásicos y fundadores de la especialidad fueron mayoritariamente intelectuales peronistas de izquierda y progresistas que criticaron a sus compañeros de ideas conservadoras, pero no olvidemos que luego el discurso progre fue haciéndose cada vez mas extremista y fue acompañado por la guerrilla, el terrorismo urbano y las zonas liberadas (Provincia de Tucumán), y degeneró finalmente en un conflicto muy violento cuya reacción y represión fue terrible y desmedida por parte de los militares golpistas que instauraron una brutal dictadura, con las consecuencias que ya conocemos de tantos muertos y desaparecidos. Son datos históricos y no debemos olvidar lo sucedido aunque duela.

 

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[ © 2003 Alberto D. Kloster, para Tebeosfera 031223 ]