Ovidio narró la transformación de Zeus en cisne para
engatusar a la bella Leda; y también cómo, con la misma rijosa
intención, se convirtió en un manso toro blanco para raptar a Europa.
Siglos más tarde Franz Kafka nos cuenta la desventurada metamorfosis
de Gregorio Samsa en un monstruoso insecto. Y hoy Gaspar, cogiendo el
testigo de Ovidio y Kafka, ha creado una nueva metamorfosis más acorde
con los tiempos que vivimos: El Hombre Coche.
El dibujante sevillano Gaspar García Campano, quien
firma sus trabajos como Gaspar, creó el personaje El Hombre Coche
para Diario de Sevilla en diciembre de 1999, llegando a
publicarlas ininterrumpidamente hasta enero de 2001, año en el que
este medio, siguiendo la triste tónica habitual de los periódicos
locales, prescindió de la original tira y la sustituyó por una de
agencias.
Con una economía de medios propia de un inteligente
minimalismo y ayudado por las nuevas tecnologías, Gaspar crea un
personaje agradable y de fuerte personalidad que representa a un tipo
de ciudadano cuyo medio de locomoción es el coche, del que depende en
gran medida para sobrevivir; llegando a tal extremo que se ha
transformado en este simpático híbrido entre humano y máquina.
El Hombre Coche
refleja fielmente las actitudes de los conductores (o sea de los
hombres coche reales), de la sociedad actual, siendo un transgresor de
las normas de tráfico, en especial las prohibiciones de aparcamiento.
También es insolente y le gusta insultar con lo que la cercanía a la
mayoría de la población, que puede encontrar en el personaje un alter
ego perfecto, es enorme. ¿Quién no se sentirá reflejado al ver cómo El
Hombre Coche pita con prepotencia a un débil ciclista momentos antes
de ser apartado él mismo por el claxon de un igualmente prepotente
camión? (p.13). ¿Acaso no nos sentimos como él cuando, ante un
atracador, se lamenta de no poder darle nada porque ya ha sido
atracado antes al pagar una multa? (p.13).
El medio en que se desenvuelven las aventuras de El
Hombre Coche es, lógicamente, la urbe. Es una ciudad imaginaria
reflejo de cualquier ciudad española y resuelta gráficamente, al igual
que el personaje, por figuras simples y planas, donde El Hombre Coche
aguza su ingenio hasta límites insospechables para conseguir lo que
quizá sea su única razón de existir, su más profunda y sincera
necesidad: la utópica pretensión de poder aparcar en un buen sitio,
ajeno a torvas miradas de policías multadores o a la impertinencia
agresiva de ladrones bautizados eufemísticamente como “gorrillas”. Es
por esto que El Hombre Coche ha desarrollado un sexto sentido (o una
sexta marcha, podríamos también decir), para conseguir aparcar
(burlando el destino a que están condenados tradicionalmente los
conductores de las ciudades donde la inteligencia de los responsables
de tráfico suele brillar por su ausencia), en los lugares más
inverosímiles, dando como resultado unas delirantes tiras con el
denominador común de su frase favorita; latiguillo que ha convertido
en su seña de identidad: «El Hombre Coche siempre encuentra
aparcamiento».
Ante una inoportuna señal de prohibido estacionar, a El
Hombre Coche se le enciende la bombilla del magín, tras lo cual
consigue, rociando la señal con un mágico spray, convertirla en una
señal de aparcamiento permitido (p.10).
En este mundo de ficción tan real, las máquinas son
personajes con vida propia que conforman un divertido fondo
prosopopéyico para las aventuras de El Hombre Coche, ya que, como buen
demiurgo del humor gráfico, Gaspar cree que no es bueno que El Hombre
Coche esté solo, y para evitarlo ha creado no sólo una compañera, una
Mujer Coche, sino además, toda una gama de personajes que acompañan a
El Hombre Coche en sus avatares consuetudinarios. Los personajes que
pululan por las tiras junto a nuestro híbrido de cinco marchas se
dividen en personajes afines y personajes contrarios.
Personajes afines:
Mujer coche:
Aparece en su
primera tira publicada y es una de las ideas agradables que le rondan.
Sus pechos, a los que no duda en piropear procazmente (p.9), le
parecen faros maravillosos a El Hombre Coche. Con ella tiene incluso
una buena relación que les lleva a ir juntos al cine a ver una
película muy propia: Aparca como puedas (p.16). Aunque también
algún desengaño, como cuando en una noche de marcha lo deja plantado
por El Hombre Coche-Bar (p.36).
A lo lejos La Giralda. Las viñetas de la tira se van
acercando al magnífico monumento almohade de manera que cada vez se ve
más grande la figura que lo corona: El Giraldillo. Sólo un pequeño
detalle contrasta con la imagen habitual de la veleta más famosa del
país. Sobre el Lábaro que lleva en su mano derecha descansa, ufano, un
extraño individuo: «El Hombre Coche siempre encuentra aparcamiento»
(p.16).
Anciano coche:
Su tema principal es
pasar la ITV, para lo cual no le importa ir todas las veces que sean
necesarias, ya que no quiere ser abandonado en un asilo. Está tan
susceptible el pobre, que se entristece y llora al ver un anuncio del
famoso plan "Renove" (p.30).
El barman:
Su representación
gráfica es la de un surtidor de gasolina y su relación con El Hombre
Coche es la de un camarero y su cliente, que le pide copas
(combustible) fiadas o le cuenta sus paranoias personales (p.12). Sin
embargo, debido a las continuas subidas de precio de la gasolina, este
personaje no le cae demasiado simpático a El Hombre Coche.
«¿va a comer?» Pregunta el Barman a El Hombre coche.
«No, gracias, me he vuelto vegetariano», contesta éste momentos antes
de irse a "comer" a un surtidor de gasolina Sin plomo (p.12).
La inmisericorde grúa arrastra a El Hombre Coche hasta
el depósito municipal de vehículos por haber aparcado en sitio
prohibido. Dentro del depósito, sobre un montón de otros desdichados
vehículos, El Hombre Coche se consuela: «El Hombre Coche siempre
encuentra aparcamiento» (p.51).
El amigo:
Se le reconoce por
la visera negra que porta y el corte de pelo a lo Michel Jordan. Es el
amigo por excelencia de El Hombre Coche, con el que comparte sus
preocupaciones e inquietudes, como que le retiren el carné de conducir
(p.15), o no tener dinero para comer, o sea, para gasolina (p.28).
Personajes contrarios:
El Policía:
Una señal de stop
con gorra que esgrime constante e inexorablemente la libreta de multas
contra El Hombre Coche. Después de tener un encuentro con este
personaje tan poco amigo, El Hombre Coche se siente como si fuese, por
lo que le ha exprimido, un limón (p.17).
Tras pasarse, mientras escucha en la radio la
retransmisión de la lotería nacional a cargo de la musical voz de los
niños de San Ildefonso, un semáforo e ir por una calle que es
contramano, El Policía le multa imitando a dichos niños: "Por el
semáforo, cincuenta miiiiiil peseeeetaaaaaaas" (p.19).
El Vovi (Vigilante Voluntario):
A El Hombre Coche no
le gustan los vovis. A él le gusta aparcar donde le da la gana sin que
nadie le indique el lugar ni le cobre por vigilarlo.
El Gorrilla:
El Hombre Coche
detesta a este personaje urbano. Le cobra, le indica dónde aparcar,
está asociado con los chorizos del lugar, es un vándalo con el coche
si no le sueltan la propina y es sumamente desagradable.
Los tres Reyes Magos de Oriente observan sorprendidos
la estrella que les guiará hasta el recién nacido. Dentro de ella,
desafiando con descaro todas las leyes físicas imaginables y las leyes
estéticas tradicionales, hay un tipo que contrasta con la habitual
estampa navideña que forma la Epifanía: «El Hombre coche siempre
encuentra aparcamiento» (p.25).
La Zona Azul:
Representa a la
máquina instalada para cobrar por aparcar en la zona pintada de azul
establecida en algunas calles de la ciudad. Sumamente negativo para El
Hombre Coche.
La Grúa:
Figura terrorífica
para El Hombre coche.
El Motero:
Como todos los
vehículos a dos ruedas le molesta. Llega antes a todos los sitios, se
cuela en los atascos, suele hacer un ruido espantoso y se salta todas
las normas que puede. En definitiva es odioso para El Hombre Coche.
El Repartidor de pizza:
Muy similar a El
Motero y si cabe, aún más temerario. Viendo lo rápido que pasa junto a
él, El Hombre Coche se pregunta si lleva queroseno o... Mozzarella
(p.31).
Ciclista:
Detestable para El
Hombre Coche, como vehículo de dos ruedas que es. Si El Motero y El
Repartidor de pizzas van demasiado deprisa, el Ciclista va demasiado
despacio. Le demuestra su desprecio apartándolo cuando quiere amparado
en la ley del más fuerte (p.13).
Vemos en primer plano distintas partes de una farola
municipal que se comba al llegar a la última viñeta de la tira en su
parte más alta. Sin duda por el sobrepeso: «El Hombre Coche siempre
encuentra aparcamiento» (p.27).
Autobús:
A diferencia de los
personajes de dos ruedas, éste es odioso para El Hombre Coche por su
gran tamaño y las dificultades que le crea para circular con
normalidad. El Hombre coche prefiere que los demás usen el Metro.
El Chorizo:
Son como una plaga
para El Hombre Coche y él los odia. Su representación gráfica no puede
ser más explícita: es un verdadero chorizo, es decir, un embutido.
Pero con antifaz.
Peaje de autopistas:
Aunque el medio
natural de El Hombre Coche sea el urbano, de vez en cuando se desplaza
a otras ciudades y se encuentra con este elementos tan desagradables
para él.
El Taller de reparaciones (El Médico):
No le gusta, por
razones obvias, visitarlo.
Obras:
Esto más que un
personaje es una situación que se encuentra El Hombre Coche demasiado
a menudo para su gusto. Le estropea los neumáticos, amortiguadores, le
ensucia la carrocería y le supone un verdadero incordio que incluso
deriva, a veces, en una visita a El Taller sin que los responsables
municipales de tal estado urbano le paguen la factura ni nada. Es tal
la cantidad de obras que El Hombre Coche debe llevar casco cuando
circula por el barrio (p.40).
Estas tiras de estilo amable no están exentas de
crítica política. Sin acritud, sin cargar las tintas, Gaspar, en las
tiras de El Hombre coche no deja de dar un sutil repaso, con
fina ironía, a los dirigentes municipales empeñados, por ejemplo y por
su afán recaudador, en imponer la tremenda Zona Azul o también que
tienen la ciudad patas arriba con unas interminables obras fruto de su
incompetencia.
Esta vocación crítica, lógica en cualquier humorista
gráfico, es perfectamente compatible en estas viñetas con unas
magníficas muestras de humor blanco y deliciosamente absurdo que hacen
lamentar muy de veras, la miopía de que adolecen los periódicos
locales, en este caso concreto Diario de Sevilla. Y hacen
desear y hacer incluso un enérgico llamamiento, para que El Hombre
Coche encuentre aparcamiento en las páginas de la cada vez más
adocenada prensa local sevillana, de donde nunca debió ser retirado
por la grúa proterva de la avaricia empresarial. |