LA HISTORIETA DE TERROR EN ESPAÑA. MINI HISTORIA
A lo largo del siglo XIX español y principios del XX, cuando el tebeo no existe aún en el concepto moderno que de él tenemos y las escasas historietas de la época se publican en los «periódicos de la infancia» dirigidos a los niños de la burguesía ciudadana y en las revistas satíricas —políticas o frívolas— que los adultos consumen, el terror gráfico presenta un aspecto fundamentalmente folklórico, si bien no faltan tampoco las referencias a muertes terroríficas, por asesinato, garrote vil, guerra, accidente, etcétera.
| Dentro del concepto más literario del terror esta época se encuentra poblada por ogros, gigantes, enanos malvados, diablos, ahorcados redivivos, hadas malas y hadas buenas, madrastras y brujas, leñadores bondadosos y palafreneros traidores… arrancados del folklore europeo y de la tradición popular española. En las publicaciones para niños (y ya conocemos el ejemplo gráfico de los grabados de Doré para la edición publicada en España de los cuentos de Perrault), el terror se centra sobre todo en los libros de cuentos, y en ellos con cierta preferencia en las ediciones de Saturnino Calleja. En cambio, las revistas para niños mantienen durante todo el siglo XIX un educado buen tono que las aleja de todos los excesos (y también de la historieta) al servir de plataforma educativa a los numerosos pedagogos que con ellas intentan cumplir el liberal aforismo del «educar deleitando». Hay que esperar hasta bien entrado el siglo XX, cuando ya han surgido los primeros tebeos —aún primitivos en concepto y realización—, para encontrar muestras de historietas válidas para nuestro interés por el terror. |
Es entonces cuando una serie de editoriales populares tocan, dentro de los límites de la tradición anterior, el terror, al que ahora dan una nueva dimensión gracias a las posibilidades expresivas —entonces aún mínimas— de la historieta. Ejemplos para este momento pueden ser:
Los ejemplos son abundantes y es fácil encontrar muestras terroríficas en todas las editoriales de tebeos de la época, si bien, ya sean, ogros o bandoleros los personajes, la muerte sea mágica o por ajusticiamiento, el terror no llega a ser terror en el concepto moderno que del género tenemos nosotros. Se trata en todos los casos de variaciones gráficas, simples trasposiciones a la historieta, de temas arrancados a la literatura popular de la época, con una gran deuda a los folletines, de los que toman ideas, argumentos e incluso técnicas narrativas. Falta el sadismo declarado, falta el escalofrío, falta esa angustia cuyo conjunto crea la dimensión terrorífica.
Fig. 2. Canellas Casals introduce en la historieta española una ciencia ficción autóctona y personal bien que folletinesca. Con él trabajaron, fundamentalmente Kif y Darnís. La ilustración corresponde a la saga de los vampiros aéreos que alcanzó gran popularidad en los años treinta a través de las publicaciones Marco, El terror complementaba la acción. (Historieta en Don Tito, núm. 110.)
—En Rin Tin Tin, número 284, encontramos una historieta de una página protagonizada por un sabio loco que intenta resucitar los muertos (!), evidente trasposición de la historia del doctor Frankenstein. A partir de los números trescientos encontramos «King Kong», y más tarde las series «La mano que aprieta», «La vida de Jack en el fondo del mar», «El sabio loco», «El fantasma del lago rojo», que, dibujadas por Darnís, abundan en monstruos, cámaras de tortura, situaciones terroríficas, etc. Fig. 3. El doctor Frankenstein y su monstruo han sido dos constantes explotadas frecuentemente por la historieta española de terror. Aquí un ejemplo y precedente en la historieta «El loco de las ruinas», «un doctor —dice la historieta— que perdió la razón pretendiendo hacer resucitar a los muertos». La viñeta seleccionada sería el equivalente al laboratorio de Frankenstein. (Historieta en Rin Tin Tin núm. 284.)
—En La Risa Infantil encontramos, ya para los números quinientos, «Tom, el dominador del universo», «Sam el gigante en la terrible isla de los hombres-caimanes», «En los dominios de los buitres infernales»> etcétera. El tema fantacientífico, dibujado por Darnís, se convierte en magnífico pretexto que permite al guionista crear las situaciones más surrealistas en las que el ingrediente terror permanece constante.
Y dejo aquí las publicaciones Marco por no recargar este apartado con la enumeración de otras muchas series del mismo estilo. Máxime cuanto que otras editoriales de la época aportaron su contribución: en Mickey (de Editorial Molino) tenemos «El castillo de los tres fantasmas», realizada por Jaime Tomás sobre historia de Bill J. Moore, donde un caso policiaco sirve a los autores para tejer una intriga de suspense. Igualmente, en la revista Pocholo (editada por Ramón Vives) pueden rastrearse elementos terroríficos en historietas como «La ciudad aérea», «El universo en guerra», «El monstruo de acero»...
Vienen después los años de la guerra española, con un terror mucho más concreto, y, mientras la edición de tebeos languidece, los contenidos fantásticos van paulatinamente a menos, reclamados los autores por un tipo de actuación mucho más directa. Ya en 1937, para la zona republicana, es difícil rastrear en las revistas que permanecen confeccionadas con material español otras historietas que las humorísticas, educativas o políticas (a excepción quizá de la muy magnífica «Guerra en la estratosfera», que en este año publica Mestres en Camaradas). En la zona nacional la revista Pelayos publica varias historietas de Canellas Casals, donde el autor juega nuevamente con elementos de ciencia ficción, bien que ahora de una manera más cercana al cuento de hadas que al terror.
El tebeo español, y por supuesto la historieta, nacen en su versión moderna, actual, dueños ya de un lenguaje propio, en los años cuarenta. Durante esta década el tebeo español andará paso a paso un largo camino de perfeccionamiento, tocando todos los temas, aprendiendo constantemente autores y público lector nuevas concepciones de la historieta, buscando siempre los editores productos más comerciales. La proliferación de editores y, sobre todo, de publicaciones hace difícil el dar una idea exacta de este tiempo. A nuestra intención hay que señalar cómo es ahora cuando la historieta española toca ya de manera clara y concreta el tema de terror, y ello desde dos ángulos principales: por una parte está la resurrección de los viejos temas de Canellas Casals (personajes incluidos, como sus míticos vampiros del aire); de otro lado tenemos la influencia del cine de terror.
Los temas que Canellas Casals creara en los años treinta, muchas veces para colecciones de folletines, vuelven en los primeros años cuarenta en los cuadernos de aventuras editados por Marco con títulos como «Lucha macabra», «La bruja del castillo», «El foso de la muerte», «El loco de la caverna», «El monstruo del campanario», «El soplete del hombre infernal», etc., que dibujan Darnís y Boix dentro de la saga de «Los vampiros del aire». Por cierto que este tema debió resultar siempre muy grato a los lectores, con sus notas terroríficas, por cuanto más tarde lo recogieron Vanó (en «El diabólico doctor Pat» y en «Los grajos de la frontera», números 40 y 53 de Roberto Alcázar) y Bermejo (en «Los vampiros de Nueva York», «La isla de los vampiros» y «El FBI triunfa», números 11; 12 y 13 de Aventuras del FBI), bien que con todas las diferencias que lógicamente imponía el paso del tiempo.
Mientras Marco publica estos cuadernos, a partir de los derechos que comprara casi diez años antes, Canellas Casals, por su parte, crea nuevos temas, nuevos personajes y situaciones, dentro de su peculiar estilo, para Editorial Española, Publicaciones Cinema y Editorial Grafidea, mezclando ahora ciencia ficción, metafísica y terror, en una fórmula que luego venderá a Chicos. Son, por ejemplo, «El rey de la ciudad subterránea». «La ciudad aérea», «El vampiro polar», «
Al tiempo una serie de editoriales de Madrid y Barcelona descubren las posibilidades existentes en llevar a la historieta temas de terror hechos famosos por el cine. En Madrid:
Así, los años posteriores a la guerra española suponen la confirmación del tebeo como género [sic] masivo, a partir del establecimiento de un público lector que intenta evadirse de la concretísima realidad de aquellos años a través de los «sueños» que cine e historieta le proponen. Proliferan los cuadernos de aventuras al tiempo que cierto humor crítico logra el máximo de popularidad, con personajes —como «Carpanta», «La familia Pío», «Tribulete», etc.— que se comportan como testigos del «terror social» de la época y se proponen la pregunta por el sentido de la realidad.
La década de los cincuenta. La producción en serie.
Fig. 7. Los cuadernos de aventuras de los años cincuenta fueron pródigos en contenidos de violencia y acción; muertos, raptos, escenas de tortura, persecuciones... contribuían a crear un clima dramático propicio al suspense y el terror. © Editorial Maga | Se da, sin embargo, una cierta impregnación terrorífica, aunque a nivel tópico, del género de aventuras, por la referencia a los temas acuñados dos en los años anteriores desde los monstruos en que abunda la serie del «Capitán Trueno», el continuo suspense de los cuadernos del «Inspector Dan» y la frecuente aparición de escenas de tortura o muerte violenta en los cuadernos de Maga, Valenciana o Toray, hasta el encuentro en una sola serie (Aventuras del FBI) de muchas de las constantes del terror de la época: el robot asesino en «El cerebro electrónico», la gigantesca araña venenosa en «El templo negro», el gran gorila en «El hijo de «King Kong», la ostra gigante en «La ciudad submarina», el duelo sobre un mar de llamas en «Petróleo», el asesino misterioso en «Terror en Hollywood», etc. |
Pero el caso más interesante, simple historieta aislada pero verdadero ejemplo de las posibilidades expresivas del género, nos lo proporciona la historieta «El fotógrafo asesino», contenida en el número 1 de los Cuadernos Ilustrados de Sucesos, de la editorial Gráfica Espejo de Madrid. Esta historieta, escrita y dibujada por Carrillo, en 1953, anticipaba en más de diez años el tema de la película inglesa Peeping Tom, contándonos la historia de un fotógrafo que desea «plasmar la expresión de la muerte», motivo por el que asesina a varias mujeres en el intento por fijar su expresión en el momento de morir... El tema, excitante y sin duda demasiado «fuerte» para la época, estaba servido por un dibujo a pincel excesivamente rápido y descuidado, pero que subrayaba el dramatismo del tema. Sólo esta historia da ya a Carrillo auténtica categoría de autor, al tiempo que señala la madurez que la historieta española podía alcanzar. Fig. 8. Uno de los casos más importantes de la historieta de terror española, y de terror puro: «El fotógrafo asesino», creado por Carrillo en 1953. La importancia temática y la brillantez de la idea disculpan y justifican sobradamente la ejecución descuidada del dibujo, merecida su revisión.
Los últimos diez años no son ya historia. De hecho se encuentran presentes en la memoria de todos los lectores adultos de historietas, A este nivel lo más interesante es la implantación del formato de la «novela gráfica» a partir de las presiones realizadas por la censura de prensa infantil sobre el conjunto de la historieta. Paradójicamente lo que se inició como simple vía de escape a estas presiones ha dado lugar con el tiempo a un nuevo tipo de publicación, con fuerte predominio de los contenidos de violencia y terror, contando con un público fiel que sigue estas publicaciones.
Los primeros pasos firmes los da Ediciones Vértice a partir de 1964, momento en que publica como novela gráfica el «Zarpa de acero», dibujado por el equipo de Jesús Blasco; seguirán después «Spiderman», «Johnny Jaguar», «Mytek el poderoso», «Max Audaz» y otras series de propiedad inglesa bien que muchas de ellas estén dibujadas por artistas españoles, tocando todas, en mayor o menor medida, el tema de terror.
A partir de la línea editorial que Vértice marca, otras editoriales españolas intentan caminos similares, así:
—En 1966 Semic Española de Ediciones, S.A. publica a gran formato Historias para no dormir (esta colección comenzó a reeditarse en formato de bolsillo en octubre de 1970). El principal interés de esta colección radica en que, aprovechando un famoso programa televisivo, es la primera novela gráfica española dedicada de manera total al tema de terror.
Fig. 9. Recogemos del Dossier Negro número 1, dos páginas contrapuestas, la una sobre un tema nuevo-viejo, el clásico ser desdichado que al quedar deformado en un accidente se convierte en un loco asesino; y un tema viejo siempre nuevo, «El vampiro de Dusseldorf». En principio, y a salvo sobre todo del caso «Drácula», el terror para adultos se ha orientado hacia el sadismo, la sangre y una violencia poco refinada. Echamos en falta en nuestro mercado mayor sutilidad...
—En 1968 Ibero Mundial de Ediciones edita Dossier negro, también dedicada íntegramente a la historieta de terror, inicialmente a base de material español, y actualmente con el complemento de material italiano de la revista Horror y norteamericano del grupo Warren.
—En 1970 la editorial Plan, S.L. intenta similar experiencia con la novela gráfica Psico, que pronto desaparece, junto con la editorial, víctimas de problemas de estructura comercial.
—En febrero de 1971 Buru Lan, S.A. de Ediciones publica el número 1 de Drácula, ambicioso intento de revista de terror y fantasía para adultos que, amparado en la fórmula de los fascículos, intentaba crear un mercado nuevo. El intento, con la baza principal del color y la colaboración de Maroto y Sió, no cumplió las previsiones editoriales por lo que la publicación se suspendió al llegar al número doce.
—En septiembre de 1971 Ibero Mundial de Ediciones publica Vampus, revista de «relatos de terror y suspense» realizada a partir del material producido por la Warren Publishing Co. (buena parte del mismo es realizado actualmente por dibujantes españoles a través de Selecciones Ilustradas), publicación con la que se logra el máximo de calidad comercial conseguido hasta la fecha para el mercado español.
Hasta aquí la historia, hoy ya actualidad, con lo que se cierra este rápido recorrido por las publicaciones de historietas de terror, en una esquemática panorámica que —incompleta y todo— nos permitirá situar los casos concretos a medida que vayamos estudiándolos en nuestro viaje por los caminos del terror gráfico, con una última observación: cómo el terror florece en los momentos más críticos de una sociedad...
Fig. 10. Hay, finalmente, otro terror, hoy de la mayor validez, utilidad e interés, el humorístico. Aquí dos muestras, de Perich y Figueras —ambos en su línea impublicable—, que sirven de ejemplo. Se trata de un terror social, atentatorio a lo establecido, que hace tabla rasa de los conceptos que la «buena educación» impone y que merecería desarrollo en una publicación expresa dedicada a este humor. © De los autores.