Libro teórico profusamente ilustrado de 102 páginas en color encuadernado en cartoné.
Por sus cualidades de inmediatez y ligereza, el dibujo es un medio de expresión plástica idóneo en un contexto de guerra. Durante la Primera Guerra Mundial, muchos artistas combatientes produjeron numerosos bocetos, ilustraciones y viñetas sobre su experiencia bélica y la realidad de las trincheras. Adoptando un enfoque transversal —de las innovaciones vanguardistas a la prensa satírica—, este breve ensayo analiza sus distintas aproximaciones al conflicto, reproduciendo algunas de esas obras más notables. ¿Hasta qué punto era posible captar la deshumanización de la guerra moderna, denunciar las manipulaciones de la propaganda, plasmar el horror?
Cuando trataban de dibujar en la línea del frente, las condiciones de trabajo de estos artistas-soldado eran extremadamente difíciles. En las trincheras, a menudo, lo más acuciante era mantener el papel de dibujo seco. Entre los artistas británicos, Arthur Bradbury recordaría las trincheras del Somme, llenas de barro hasta la cintura: aunque guardaba su cuaderno de bocetos a buen recaudo en su mochila, en semejantes condiciones a menudo era imposible dibujar; por su parte, el teniente coronel Frank Palmer, joven arquitecto, llevaba su cuaderno escondido en su sayo «como una coraza». El frío también suponía un problema: el artista Paul Maze menciona en sus memorias cómo durante el espantoso invierno de 1916-1917 pintar le fue imposible, ya que su pincel de acuarela se congelaba antes siquiera de que pudiera usarlo…