LA PARODIA TERRORÍFICA. HORROR EN LOS TEBEOS DE HUMOR ESPAÑOLES BAJO LA DICTADURA.
MANUEL BARRERO

Resumen / Abstract:
Notas: A la derecha, imagen del tebeo más sorprendente de los comentados en este texto, aparecido al final de la década de los 1950, una época en la que la censura puso muchas dificultades a los autores y editores de historietas para mostrar en sus tebeos seres extraídos de la iconografía del horror.
LA PARODIA TERRORÍFICA. 
HORROR EN LOS TEBEOS DE HUMOR ESPAÑOLES BAJO LA DICTADURA.
 

Nuestro agradecimiento a Javier Alcázar, Alejandro Capelo, Toni Marín Navarro, Alfons Moliné, Antonio Moreno, Dionisio Platel y Álvaro Pons, sin cuyos datos e imágenes no hubiera sido posible escribir este texto.

La evolución del género de horror en los tebeos españoles ha sido diferente de la que ha experimentado en otras tebeografías, con el ejemplo claro de la estadounidense, donde los cómics de crimen y horror florecieron hasta que los que se hicieron responsables de la preservación de la moral se percataron de su “potencial peligrosidad”. En Reino Unido y Francia también hubo normativas que reprimieron el desarrollo del género durante las dos décadas que siguieron al final de la II Guerra Mundial. En España hubo, además, una dictadura, lo cual ahogó al género entre aventuras policíacas (las de Dan) o algunos apuntes excepcionales, de modo que la historieta de horror española entre 1948 y 1968 fue muy escasa.[1]

Pero… ¿y la parodia? ¿No pudo el horror deslizarse por esa rama, disimulado bajo las máscaras del humor? Ni eso. En la España de Franco hubo mucho miedo entre 1939 y 1949, pero los que se rieron después acallaron sus carcajadas al poco. Veamos por qué.
 
HISTORIETAS DE HORROR PARA PRODUCIR RISA
 
Parodiar consiste en recrear, una obra de arte, literaria, un hecho o un personaje, con el fin de emitir un mensaje, ligado a los anteriores pero con interés transgresor. Generalmente la parodia se hace con carácter irónico pero también sirve como homenaje porque (re)contextualiza lo parodiado[2]. Claro que para llegar a comprender la intencionalidad del autor de la parodia hay que conocer previamente no sólo el objeto que se parodia y su contexto, también al autor y el discurso que se ha propuesto enlazar con él el crítico o el estudioso[3].

No entraremos en cuestiones de lingüística aquí, pero baste con reservar esa idea en nuestra mente: la de la difícil contextualización de lo parodiado ya que, a su vez, recontextualiza lo real y lo vivido. Este bache nos encontramos cuando tratamos de investigar la parodia del género de horror en España en los tebeos publicados entre 1940 y 1970, que son las fechas de la “sequía” del género en nuestra historieta[4]. Esto es así por la falta de corpus suficiente para contextualizar cada obra en su momento (mucho se ha hablado, por poner un ejemplo, del Pulgarcito de 1947 y del de 1952 pero actualmente no hay colecciones completas que los investigadores podamos consultar, sólo muestras), por la falta de datos sobre la gestión editorial y sus agentes (no hay entrevistas practicadas a los verdaderos protagonistas de aquellas ediciones, los editores, como Pantaleón o Juan Bruguera, como Rafael González, sólo alguna a abogados de empresa o guionistas, a algunos de los autores, y “testimonios” de esposas o secretarias, que no pueden aportar datos concretos sobre asientos, pactos o registros documentales de las editoriales), y por falta de una metodología de trabajo que permita obtener ideas claras de por qué o cómo surgieron ciertas series y por qué o cómo murieron otras o cambiaron los personajes.


 

Portadas de cuadernos  de la colección Infantil de las Grandes Aventuras, de Hispano Americana, los números 41, 46 y 51.

Desde que se dio por finalizada la Guerra Civil, hubo un tiempo, aproximadamente de diez años, que gran parte de los historiadores coinciden en identificar con una continuación de la guerra. La precaria situación económica, la escasez del papel y el control gubernamental de la prensa impidió un desarrollo de la industria de los tebeos que pudiese a su vez explorar (y explotar) ciertos géneros, siendo los favorecidos los directamente proselitistas, los didácticos, los de aventura ensalzadora de lo heroico, así como los de humor blanco. Esto no sufrió alteraciones hasta el año 1947, cuando debido a los cambios en el Gobierno producidos entre 1945 y 1946, concretamente en las secretarías de las que dependían los tebeos,[5] se produjo un crecimiento en el número de publicaciones en circulación y un ascenso de la calidad media de las historietas publicadas. Fue a partir de entonces que brotaron ciertas historietas en algunos tebeos que parodiaban personajes o ambientes propios del horror gótico, los cuales se conocían en España desde los primeros años treinta gracias a sus adaptaciones en la novela popular y en el cine. Para elaborar alguna hipótesis de trabajo, enfocaremos nuestra atención sobre varios cuadernos y revistas de historietas que, por sus contenidos relacionados con personajes o iconografías del horror (gótico, literario, cinematográfico) demuestran que hubo cierta apetencia por este género entre 1947 y 1952, año en que casi todas las aportaciones tangentes con el género desaparecen por causa de la censura.



 

Portadas de la colección Diamante amarillo cuando se ofrecía la serie Ginesito. Se muestran aquí tres números en los que fue invitado algún representante del horror, lo que ocurrió hacia el final de la colección: 44, 54 y el presumible 58, pues no llevó numeración.

Esta sería una primera aproximación a los personajes, series y tebeos que estuvieron dedicados al horror, entendiendo que en sus contenidos desarrollaban elementos del género no como algo accesorio a la historieta sino como parte esencial de ella (y dejando en un aparte las apariciones de elementos del horror folclórico o de los representantes del gótico en las colecciones de aventuras o románticas[6]):
 
AÑO
COLECCIÓN, SERIES, PERSONAJES Y COMENTARIOS
1944
Infantil de las Grandes Aventuras, colección de Hispano Americana que arranca en 1943 y que comienza a mostrar fantasmas y otros seres del horror gótico primero introducidos en los cuadernos de cuentos de hadas y, luego, a partir de 1944 aproximadamente, en cuadernos humorísticos como: El gato aventurero, Historia de Pitusín (ambos con brujas), ¡Gangsters! (con fantasma), Sinfonía nocturna (objetos animados en casa de un dibujante) o El castillo de los cuervos (con castillo gótico),
1945
Diamante amarillo, colección de Editorial Rialto que comenzó mostrando una serie titulada Satanás, la cual tuvo que cambiar su título debido a que aludía al mismo Belcebú. Este nuevo título fue Ginesito, y ofreció las aventuras del mismo personaje, un niño aventurero pero que vive experiencias cargadas de comicidad. A partir del núm. 48, y con dibujos (muy pobres) de Perellón y de Ibarra, comenzaron a publicarse historietas con personajes tomados del cine o de la literatura de quiosco: núm. 48, Ginesito y la casa misteriosa, 50: Ginesito y la momia. 52: Ginesito y el hombre invisible. 54: Ginesito y el extraordinario caso de Pituito (un licántropo). 58: Ginesito contra Fantomas.
1945
Chicos, de Consuelo Gil, aparece una serie que se puede relacionar con el género, en el núm. 359: S.O.S. en el Museo Diabólico, de Puigmiquel, donde los personajes se encuentran con esqueletos andantes, sombras horribles, magos hindúes…
1946
Alfonso Figueras (un enamorado del cine y la fantasía, como sabemos) dibuja personajes extraídos de la iconografía del horror gótico en diversas publicaciones: en Cuqui (sello Cuqui) a Mysto; en Chispa (de Toray) a Mefisto, un fantasma que fuma en pipa. Ambos se los lleva el autor a las páginas de Chicos en este mismo año.
1946
En Chicos también, a partir del núm. 384 se desarrolla la serie Se ha escapado la momia invisible, de J. Canellas y C. Roca, que no tiene representantes del horror pero atrae a su público con llamadas a sus iconos. Igualmente ocurre con la obra de Puigmiquel Los crímenes del gramófono (desde el núm. 394), que se presenta con ciertas imágenes reminiscentes de las atmósferas terroríficas pero que no pasa de lograr cierto suspense con ambientes y algunos estrambóticos personajes.
1946
Mundo infantil, de Marco, aparece un personaje asimilable al género llamado Trifón Carcamonia, creación de Emili Boix, un detective que se enfrenta a una familia de vampiros que cometen actos horrendos.
1948
Chispa, revista de Toray, aparecen historietas de El vampiro Draculín, obra de Ayné     
1948
P.B.T., de Marco, abundan los fantasmas, tanto en la portada, en una aventura por entregas de autor desconocido como en el pliego central, donde Emili Boix ensayó historietas para leer con visor (iban aimpresas a dos tintas, naranja y gris, de modo que al interponer un celofan rojo entre papel y ojos aparecían fantasmas y duendes).  
1948
Chispa, de Toray, aparecen historietas de La bruja Pepe, obra de G. Iranzo      
1948
Pulgarcito, de Bruguera, Vázquez desarrolla la serie La mansión de los espectros, que es una historia seriada. Tiempo después, en este mismo título, en el núm. 169, Vázquez introduce a un espectro en la historieta “Un espíritu burlón”, de la serie Heliodoro Hipotenuso.
1949
Nicolás, de Clíper. Alfonso Figueras realiza algunas historietas inspiradas directamente en el horror gótico, como “Noche de pesadilla” (en el núm. 94)
1950
Búfalo, del sello De Haro, Figueras crea a su Mr. Hyde, que en 1952 traslada a la revista Pocholo, pero por poco tiempo (y que rescataría mucho después).
1951
El DDT contra las penas, de Bruguera, Vázquez crea la serie Azufrito, protagonizada por un diablo maligno, que perdura entre los números 1 a 76. El personaje reaparece en 1964 en otra época de la revista.
1952
Pocholo, de Hispano Americana. Alfonso Figueras no sólo trae a estas páginas a su personaje Mr. Hyde, también crea a Mr. Mosifón, que se publicará en el lanzamiento del mismo sello Almanaque Texas Bill.
1952
La Risa, del sello Marco. Raf crea la tira El fantasma Pepe, que aparece al menos hasta 1953, aunque esporádicamente.
1952
Garabatos, del sello Toray. Ayné crea a La familia Mediosusto. Conocemos una aparición en el Almanaque para 1953 de esta colección.
1952
Jaimito, de Valenciana. El autor Nin publicó en esta revista Gori-Gori, el fantasma loco, serie que cambió su título (presuntamente por presiones de los censores) por el de El habitante del viejo castillo de Mockery.
1957
Tio Vivo, del sello DER. Escobar crea la serie Profesor Tenebro.
1958
Tio Vivo, del sello DER, dedica un número al género: EXTRAORDINARIO DEDICADO AL TERROR.
 

 
   Tres páginas de tres series aparecidas en Chicos en el año 1946, las cuales se comentan más adelante en el texto.

Esta tabla es incompleta, indudablemente, pues habrá más casos de los descritos, pero nos permite ver un intervalo definido en el que aflora y desaparece la presencia del horror paródico en nuestros tebeos. Primero con una tímida muestra de este tipo de personajes en los cuadernos de la mitad de los años cuarenta, y luego en las revistas de historietas con contenido heterogéneo, sobre todo a partir del año 1946, que es la fecha en la que tiene lugar el primer auge de la industria de la historieta en España. Los mejores ejemplos del horror paródico aparecen entre 1947 y 1952, siempre servidos por autores interesados en el género, como Ayné, Escobar, Iranzo y más claramente Figueras (que es el único que insiste), descollando entre todos una creación de Vázquez, pues su diabólico cafre se mantiene en el quiosco más de un año. En 1953 ya no encontramos ejemplos de horror paródico en este tipo de publicaciones, y esto ocurre tanto en la historieta realista como en la humorística, con alguna excepción. Entre las salvedades encontramos varias historietas en las que aparecen fantasmas como invitados, en El DDT contra las penas de Bruguera (en lo sucesivo, El DDT), acaso en Jaimito (lo cual sería sorprendente, habida cuenta del tipo de historieta que solía publicar Valenciana), y de un modo extraordinario en el Tio Vivo de DER, que incorpora una nueva serie con un personaje abiertamente tenebroso, de Escobar, y además los editores / autores lanzaron un número dedicado expresamente al género, con los iconos del horror clásico expuestos en su portada: el codiciado Extraordinario dedicado al terror.

El número especial Terror del primer Tio Vivo, aquí a gran tamaño tras hacer clic
Este caso, aislado, sólo puede explicarse atendiendo a las condiciones en las que se publicó aquel primer Tio Vivo, el editado por un colectivo de historietistas, sobre cuya edición es posible que no se aplicara el mismo control férreo ya instituido en Bruguera debido al pequeño tamaño de la empresa DER, o a la escasa o dispersa distribución de la revista Tío Vivo en los dos primeros años de vida editorial.  Todo lo que podemos decir aquí no va más allá de la conjetura pues ni conocemos el funcionamiento empresarial de aquella aventura ni disponemos de datos sobre circulación o copia de las circulares que, en buena lógica, tuvo que ir recibiendo el editor de la comisión de censura correspondiente; además, tampoco hemos podido manejar ese tebeo especial dedicado a los iconos del horror, y su excepcionalidad únicamente nos sirve para intuir que no hubo otra manifestación, al menos de forma abierta y continuada, delhorror paródico en los tebeos humorísticos hasta bien entrados los años sesenta. Las razones para este auge y caída de un género en tan corto lapso de tiempo (cinco años), y esto sí podemos argumentarlo, están íntimamente relacionadas con el momento político y sociológico que atravesaba el país.

 
EL TERROR EN SU CONTEXTO.
 
Los recientes esfuerzos invertidos en el rescate de la memoria de la última guerra civil vivida en España han dejado nuestra Historia sin llagas pero con cicatrices. Nos ha quedado claro que las marcas del pasado, los odios y los desencuentros, jamás desaparecerán, y que muchos de sus rastros permanecieron indelebles en la cultura popular; por ejemplo, en los tebeos.
El periodo que fue de 1939 a 1949, por redondear el intervalo, fue de guerra continuada, de conflicto proseguido, porque la represión y la violencia que instauró el régimen de Franco sobre la población civil no podía tener otra denominación. Tanto fue así que la ONU no dudó en votar en contra del ingreso de España en la Asamblea en 1946, identificando nuestro país como un “Estado fascista”. Si el país ya estaba sumido en la quiebra política y social, durante la segunda mitad de los cuarenta y la primera de los cincuenta lo estuvo también en lo económico. A raíz de la derrota del Eje y de la falta de conciliación con los países aliados tras la II Guerra Mundial, la España de Franco quedó a la deriva, aislada cultural, económica y políticamente, lo que condujo al pueblo a una autarquía angustiosa. Este cuadro general de comportamientos y costumbres, conformes pero a disgusto, se vio agravado por la regulación que estableció la moral cristiana y la censura consecuencia de ella, que se preocupó principalmente de la persecución de toda presencia de sexualidad en los medios impresos, audiovisuales y en los escenarios. Sabemos que el Gobierno de España buscó afanosamente apoyos en el Vaticano en este periodo como única posibilidad prevista por Franco para salir del aislamiento internacional, y es muy probable que esta fuese la razón principal para depositar en manos de la clase eclesiástica la regulación inquisitiva de toda ética ciudadana y de cada manifestación pública con el objeto de erradicar la concupiscencia.
Número 585 de Maravillas, suplemento infantil del diario Arriba, que data de julio de 1952, pocos meses antes de que la censura eliminase a los espectros de los tebeos. Clic para ver la imagen en el blog Viñetas.
En 1950, por fin, EE UU recomendó el fin del asilamiento diplomático de España, por el interés de aquel país por instalar en nuestro suelo bases militares, lo cual lograron mediante acuerdo en 1953, el mismo año en que España firmaba el concordato con la Santa Sede, en cuya redacción queda manifiesto el elevado interés de la Iglesia Católica por los acuerdos firmados, que aseguraban bienes muebles e inmuebles, seguridad y el mantenimiento del poder de la institución sobre la población y también sobre el Estado[7]. O sea, si la Iglesia participó en los mecanismos de la censura instaurados por el llamado Movimiento Nacional Trazando un símil obvio, la llamada Guerra Fría sacó a España de su periodo más negro mientras se mantenía, también fría, la libido. Hasta que llegara la reforma económica pasaría aún otro lustro, pero el terror de los cuarenta, el de la represión, parecía haber llegado a su fin, si bien no se despejaron sus brumas hasta que no se eliminaron las trazas de horror que aún quedaban en nuestras costumbres y publicaciones.
Ese terror al que aludimos, el real, se había implantado en el país tras la promulgación de la Ley de Responsabilidades Políticas en 1939, cuerpo legal creado para justificar los sistemáticos ejecuciones y asesinatos con las que se implantó el miedo entre la población durante casi una década. No hubo nuevas leyes para el control de la prensa, quedando vigente la “de Serrano Suñer” promulgada en 1938, de escaso interés por las revistas y folletos dirigidos a los niños. Los libros y revistas quedaron a merced de lo impuesto por el Fuero de los Españoles de 1945, que declaraba un conjunto de derechos y deberes realmente no reconocidos y que sólo servía para transmitir la mentalidad tradicionalista y católica del nuevo Régimen[8]. Nuestra economía, sumida durante años en la supervivencia, el mercado negro y el estraperlo, todo ello bajo un oscuro manto de corrupción, vislumbró una mejora con el fin de la autarquía en el año 1950, que trajo consigo una tímida liberalización de precios, del comercio, de la circulación de mercancías, todo lo cual condujo al fin del racionamiento de alimentos en 1952. Hasta inaugurar la década de los años cincuenta, los tebeos habían sido producidos y distribuidos masivamente, sin control de las tiradas ni asientos registrales, con una atención de la censura muy laxa (el miedo evitaba que los editores y los autores se pasaran de la raya), pero llegados a este punto, el Estado y sus Ministerios ya eran conscientes de que las revistas con historietas eran consumidas masivamente y procedieron a su regulación. Precisamente la fecha en la que se da “el primer paso en el control de la edición de tebeos”[9] es enero de 1952, al crear la Junta Asesora de la Prensa Infantil que emitió unas primeras Normas sobre Prensa Infantil. Esta Junta vería ampliadas sus atribuciones en 1954, y en 1955 y por Decreto del Ministerio, se publicó la normativa (Normas y Reglamento) definitiva a la que se verán sometidas las publicaciones infantiles y juveniles en España, quedando afectados todos los tebeos y revistas para la juventud.
Por lo que al género del horror respecta, la normativa que nos interesa de ese primer cuerpo legal es la que afectaba a las presencias sobrenaturales, y volvemos a citar el cuerpo legal que afecta a este tipo de figuras prohibiendo los…:

«Cuentos de crímenes, suicidios y todos aquellos en que aparezcan entes repulsivos que puedan perjudicar el sistema nervioso de los niños.
Cuentos en los que se invoque el diablo para obtener algún éxito »[10].

Por lo tanto, y ante la prohibición expresa que la normativa de 1952 establecía para los tebeos, nos interesa centrarnos en ese lustro, el que transcurre entre 1946 y 1952, fechas de marcan el comienzo del remonte de la industria editorial de los tebeos, con lo que eso supuso para el barajado de temas y géneros, entre ellos el horror, que llevó aparejada la parodia del mismo género, hasta que se estableció la primera traba normativa de regulación de contenidos. Nos ha interesado centrarnos en una publicación que nace en el ecuador de ese periodo, la cual hemos podido estudiar con la suficiente amplitud, El DDT.[11] Este tebeo no fue meramente uno más de la editorial Bruguera, fue una publicación que reforzó la presencia en el mercado de un nuevo modelo de tebeo, la revista infantil / juvenil, que logró triunfar y que además reformuló la estética de las publicaciones de este tipo así como la oferta de contenidos. Con todo ello, El DDT marcaba diferencias con respecto a las revistas de historietas de otros sellos, y dio salida a un elenco de personajes que rápidamente se constituyeron en hitos de nuestra historieta.
 
EL HUMOR FRENTE LA AVENTURA Y EN LAS REVISTAS PARA MUCHACHOS.
 
Portada del almanaque para 1952 de TBO, datado en diciembre de 1951. En la historieta, titulada "El hambre", la imagen del cuadro aflora, cual fantasma, para consumir las viandas. Era la España de los estómagos vacíos, hasta los de los espíritus o las figuras representadas.
Se han elaborado algunos estudios sobre la evolución de las publicaciones de Bruguera y el crecimiento de sus tiradas, siempre con datos que hay que sopesar con cuidado. Juan Antonio Ramírez aportaba dos valiosos gráficos en su libro sobre la historieta cómica de posguerra, uno referido a la evolución de las tiradas por años de siete títulos de Bruguera y otra comparativa de ese crecimiento (en miles de ejemplares) con respecto a sus directas competidoras, Buigas y Valenciana
[12]. Son datos que hay que tomar como referente a falta de otros pero que proceden de fuentes (datos del historiador Antonio Martín, los catálogos de publicaciones emitidos por agentes oficiales, recuerdos de Peñarroya, estimaciones del propio Ramírez) nunca lo suficientemente contrastadas o corroboradas con registros oficiales. No obstante, estas gráficas y tablas con cifras son de utilidad para nuestra acotación, ya que cubren el arco de 1948 a 1958 en el cual Bruguera mantuvo en el mercado dos títulos humorísticos, Pulgarcito y El DDT, cuyos competidores fueron dos de Valenciana (Jaimito, Pumby, éste último aparecido en 1955) y otros sellos menos poderosos que publicaban títulos como Dumbo, Farolito, Pepote, Tin Tan, etc. Los planteamientos editoriales de Bruguera tuvieron siempre como objetivo, en buena lógica empresarial, superar en ventas al tradicional TBO, que entre 1950 y 1960 triplicaba la tirada de los títulos de Bruguera (350.000 ejemplares tirados por mes frente a unos 100.000 de Bruguera) pero que acabaría cediendo terreno en el mercado entre los años 1965 a 1970 (TBO tiraba 150.000 y Bruguera ascendió a más de 1.000.000 de ejemplares de tirada mensual)[13].
Fueron pocos los títulos que Bruguera lanzó en ese periodo de fuerte competencia, sobre todo entre 1950 y 1955, años en los que las tiradas de ambas empresas barcelonesas se mantuvieron invariables en su proporción de tres a uno. Los lanzamientos fueron tímidos y aparecieron entre una cantidad apreciable de títulos de aventuras, el género preferido por los lectores entonces como se puede comprobar en la siguiente tabla comparativa. En ella se datan y se contabilizan los nuevos lanzamiento de cada año durante una década de crecimiento de la industria, se recoge la proporción de publicaciones humorísticas de Bruguera frente al resto de sus lanzamientos en ese año, y todo lo anterior se puede contrastar con el cálculo del total de competidoras de Bruguera (revistas humorísticas de otros sellos, las cuales se ponen en relación con el total de publicaciones humorísticas de otros sellos, fueran o no de carácter monográfico):[14]
 
 
Año
Nuevos títulos lanzados este año
Revistas de humor de Bruguera frente a nuevos títulos del sello de ese año.
Revistas de humor de otros sellos con respecto al total general de títulos de humor aparecidos en ese año.
1947
60
1 de 9: Pulgarcito, frente a 8 títulos de aventura.
2 de 11: Dumbo (Fantasía), Cuadernos Extraordinarios de Ediciones TBO (Buigas), entre un total de 11 publicaciones humorísticas.
1948
70
1 de 9: Vacaciones todo el año, frente a 8 títulos nuevos de género aventurero.
8 de 16: Chispa (Toray), Dumbo (ERSA), El Globo  y  El Globito (Hércules), K K O (Hércules), K CH T (Saturno), Nicolás (Clíper), P.B.T. (Marco), entre un total de 16 publicaciones humorísticas.
1949
67
2 de 2: Magos del lápiz, Super Pulgarcito, frente a ningún lanzamiento nuevo de aventuras.
5 de 15: Cubilete (Gong), Florita (Clíper, pero también de género romántico), Maginet (Alas), Pituko (Grafidea), Trampolín (Acción Católica), entre un total de 15 publicaciones de género humorístico (no se contabilizan CIMA o Clarín, con mayor peso propagandístico ideológico entre sus contenidos). Dos de los títulos eran de Novaro, que penetró en el mercado español este año con Cuentos de Walt Disney e Historietas de Walt Disney.
1950
78
2 de 2: Álbum infantil Pulgarcito, Magos de la Risa, frente a ningún título de aventura.
9 de 22: Búfalo (De Haro), Garabatos (Toray), Humor de bolsillo (Hispano Americana), Kitin (Silán), Lupita (Clíper), Merche (Marco), Los Peques (Ameller), Tin Tan (Paulinas) y Topolino (Clíper), entre un total de 22 publicaciones de género humorístico. Se contabiliza Humor de bolsillo por ser cada tebeo de un personaje, no así Pancho Kolate; Trampolín fue lanzada de nuevo, presumiblemente; falta por contrastar la fecha de Kitin. Hubo tres títulos de Novaro, todos humorísticos, aquel año.
1951
72
1 de 4: El DDT, frente a 3 títulos de cuentos (Caperucita), aventura (El Cachorro) y policíaco (Inspector Dan).
3 de 14: Pocholo (Hispano Americana), Recreo (Maravillas), Valentín (Paulinas), entre un total de 10 publicaciones de género humorístico. Hubo un lanzamiento de Humor de bolsillo, vertical, de Hispano Americana, que pudiera ser un especial de la colección apaisada, pero en todo caso fue único. Hubo cuatro títulos de Novaro (frente a los seis que lanzó aquel año).
1952
49
1 de 2: Pulgarcito, frente al cuento de hadas Rosita.
8 de 14: Amiguito (ISMC), El botones (Hispano Americana), Chicolino (Símbolo), El fanfarrón (s.e.), La risa (Marco), TBO (“tercera” época), A todo color (suplemento de La Prensa), Valentín (continuación de Tin Tan), entre un total de 14. De Novaro apareció Chiquilladas (y además lanzó cinco títulos de aventuras aquel año).
1953
56
1 de 2: Picolín, un tebeo único, frente al cuento de hadas Celia.
8 de 16: Album Comico (Símbolo, 1953), Amiguito (Ismc, 1953, hasta 1956 reinició numeración cada año), Dumbo (Ersa, 1953), Gaviotin (suplemento de Voluntad, 1953, con los contenidos de La hora del recreo), El Gorrion (Cliper, 1953), Hipo, Monito y Fifi (Marco, 1953), Historietas Cómicas (Símbolo, 1953), La hora del recreo (suplemento de Levante, 1953, con contenidos reproducidos en otra prensa), Pepote (Rollán, 1953), Yumbo (Clíper, 1953), entre un total de 16. Titirimundi (Mon) fue una publicación con más texto que historieta. De Novaro apareció Muñequitos (y dos títulos de aventura: Hoppalong Cassidy y Titanes Planetarios).
1954
15
2 de 9. Cangurete y Hambre canina, pero ambos pertenecían a la colección Pulgarcito. Suplemento cómico, que este año lanzó el suplemento para niñas y de aventuras también.
7 de 14: Almanaque De Reyes (Símbolo, 1954, lanzamiento único), Amiguito (Ismc, 1954, de nuevo), La familia Félix (Toray, 1954, único), Farolito (Manraf, 1954, y otro lanzamiento único del mismo año), Mosaico (Símbolo, 1954, presumiblemente único), Pito (Símbolo, 1954), Quico (1954), entre un total de 15. Novaro lanzó, entre sus títulos, los humorísticos El gato Félix y Clásicos del cine (éste, también de aventura, y otros tres títulos más no humorísticos).
1955
85
0 de 2. Lanza Bisonte Gráfico e Historias.
8 de 13: Amiguito (Ismc, 1955, de nuevo, y los tomos), El ganso (Símbolo, 1955, presumiblemente único), La guasa (Símbolo, 1955, único posiblemente), Álbum Cómico de Jaimito (Valenciana, 1955), Juguetitos (Chiquito, 1955), Liliput (Símbolo, 1955, con varias series servidas monográficamente), May Dole (Símbolo, 1955), Pumby (Valenciana, 1955), entre un total de 13. Se lanzó este año la revista satírica Don José. De Novaro aparecieron: Album de Chiquilladas y La zorra y el cuervo.
1956
77
0 de 2. Lanza Vendaval y El capitán Trueno, ambos en la colección a modo de línea Dan.
11 de 18: 3 Amigos (PPC, 1956, con aventura también), Amiguito (Ismc, 1956, otro año más), Columpio (Torroba, 1956), Don Pepito (Barbero, 1956), Fin de semana humorístico (Alas, 1956), Els infants (Hispano Americana, 1956, también con historieta de aventura), Jim Phoscao (Phoscao, 1956, publicitario), Liliput (Saturno, 1956, posiblemente único), Molinete (Teresiana, 1956, que renovaba la numeración cada año), Paseo Infantil (Gestion, 1956), Tio Vivo (Der, 1956), entre 18. De Novaro apareció Archi, solamente (y el lanzamiento no humorístico Leyendas de América).
1957
50
1 de 2: Selecciones de humor de El DDT. La otra colección fue la aglutinadora Super Aventuras.
7 de 8: Balalin (FdJ, 1957, también con historietas didácticas y de aventuras), El barbas (Barbas, 1957, posiblemente único), Molinete (Teresiana, 1957, con numeración renovada), El pequeño vaquero (Ferma, 1957), Pim, Pam, Pum (Ferma, 1957), Pinocho (Cliper, 1957), Sandalio (Ferma, 1957), entre un total de ocho. Novaro no lanza ya ningún título de humor, sólo distribuye por España en este año el título Tesoro de cuentos clásicos.
1958
118
1 de 3: Can Can, que también contiene otro tipo de historietas, frente a El Jabato y Sissi.
6 de 14: Amuca (suplemento de Ama, 1958), Hipo, Monito y Fifi (Marco, 1958), Molinete (Teresiana, 1958, de nuevo), La olla (Cliper, 1958), Selecciones de Jaimito (Valenciana, 1958), Tex Revolver (Generales, 1958, lanzamiento único y tebeo del italiano Jacovitti) y Yumbo (Hispano Americana, 1958, continuadora de la de Clíper). Novaro distribuye tres títulos, pero ninguno de humor.
 
Las conclusiones que pueden extraerse de esta compleja tabla son: la poca evolución del mercado por estas fechas, con tímidos repuntes en las nuevas publicaciones lanzadas pero sin una progresión clara; la escasa proliferación de nuevos títulos de Bruguera (y menos de los humorísticos); y la abundancia de nuevos títulos humorísticos de otros sellos, de los cuales la mitad eran revistas de contenido variado. Aparentemente, estos datos refuerzan la idea de que Bruguera quiso enfocar los esfuerzos sobre ciertos títulos para fortalecerlos frente al público y adueñarse del mercado, como Pulgarcito o El DDT, mientras el resto de editores probaban suerte pero sus lanzamientos fueron de corta vida y quincenales en vez de semanales (al menos Chispa, Nicolás, La Risa, Hipo, Monito y Fifí). También debemos tener presente la precariedad de algunos lanzamientos de los relacionados, bastantes de ellos únicos, otros fluctuaron entre los 12 y los 20 números publicados, sin pasar de ahí, de todo lo cual habría que exceptuar las publicaciones confesionales y los títulos del sello Buigas y Valenciana, los verdaderos competidores de Bruguera. Se observa también como se elimina del panorama editorial al sello mejicano Novaro (deja de publicar ciertas revistas en 1964) y cómo, al final de la década, a tenor del auge de las tiradas de Bruguera frente al resto de competidores (de 1956 a 1958 Bruguera eleva su tirada de 100 a 200.000 ejemplares mensuales), algunos autores intentan buscar suerte de forma independiente (como en Jim Phoscao, El Barbas o Tío Vivo) fracasando en todos los casos.

Por lo tanto, hubo títulos que lograron mantenerse en el mercado y permitieron el desarrollo de series que pudieron arraigar en el gusto popular y otras colecciones que no sobrevivieron y, por consiguiente, no hicieron aportaciones relevantes ni al medio ni al género en el que se inscribían. Si nos planteamos como elemento de control que una inserción popular se produce a partir de que una publicación alcanza los 25 números publicados, o sea al menos medio año de vida, tendríamos que eliminar del repaso una buena cantidad de títulos (aparte de los de inspiración confesional, que no van a mostrar ningún atisbo de horror en sus páginas, ni siquiera paródico). Esos títulos escogidos de entre los aparecidos en el periodo 1948-1953 son: Chispa, Nicolás, El DDT, La Risa, Hipo, Monito y Fifí, Yumbo y Pocholo. Casi todos estos tebeos ofrecieron productos puramente infantiles, dirigidos hacia un público aún no adolescente, con aportes de humor blanco en gran parte de los casos. Sólo se atisbaba cierta carga satírica o humor más grueso en títulos como Chispa, donde Iranzo cargaba las tintas en algunas de sus creaciones, en Nicolás, donde Alfonso Figueras dejó entrever su querencia por el fantástico, o en los productos de Marco, en cuyas revistas ciertos autores se permitieron mostrar algún engendro del terror de vez en cuando, para producir risa pero con opción a estremecimiento de miedo también: J. Rizo, F. Ibáñez, Rafart o Martínez.


Doble página de Alfonso Figueras en Nicolás.

De todas las publicaciones mencionadas la más atractiva para el presente análisis fue El DDT, porque sus historietas humorísticas destacaron como las menos “blancas” de todo este muestrario. El DDT fue una publicación que surgió con un planteamiento sólido de partida, un producto ideado y coordinado desde Creaciones Editoriales (empresa ligada a Bruguera y que coordinaba Rafael González) agrupando a un conjunto de autores con los que se pretendía satisfacer a un público tipo y que combinaba un conjunto de temas y personajes más homogéneos que los de anteriores intentonas de Bruguera (como El Campeón) para competir fuerte y  directamente con el resto de editores. Apareció en 1951, en un momento en el que Pulgarcito ya había arrancado con fuerza y en el que se legalizaron los títulos con numeración propia (esta revista la llevaría doble y en romana durante un tiempo). Pero ni fue una revista satírica estrictamente, ni se puede afirmar de modo tajante que fuera un ejemplo del “erotismo frustrado” de los españoles en aquel tiempo, no al menos en un alto porcentaje de sus historietas, algunas de las cuales practicaban el humor cafre pero sin alusiones al desengaño amoroso. Acaso la intersección más obvia de frustración con enojo se halla en la serie de Escobar “Doña Tula, suegra”, donde el erotismo brilló por su ausencia y lo monstruoso se limitaba a lo doméstico, pero “tuvo que desaparecer (…) acusada de atentar contra la institución familiar.”[15]
 
 
HORROR CON HUMOR SE PAGA.
 

En un primer acercamiento analítico a estas representaciones del horror en la historieta de humor debemos tomar en consideración lo antedicho, tanto la supeditación a una regulación de los contenidos en función del público al que van dirigidos los tebeos, y también las escasas posibilidades de experimentación en unas publicaciones que estaban desarrollándose en un tejido industrial aún germinal. De esta guisa, para tomar en consideración a un personaje o una serie debemos primar el carácter permanente de un personaje paródico del horror frente a la eventual presencia de lo sobrenatural en una historieta aislada. La abundancia del segundo supuesto sólo nos permitiría concluir que la parodia del horror se practicó de forma casual y sin seguir patrones.


Tres páginas de historietas comentadas en el texto, una de Trifón Carcamonia, otra de La bruja Pepe y otra de El vampiro Draculín.

Esto nos ocurre con las series de humor en las que el representante del horror es un invitado fortuito, lo cual ocurre en Chispa, Pulgarcito, La Risa o Nicolás, donde no se desarrollan series de larga duración protagonizadas por espectros, monstruos o vampiros, y los ejemplos hallados son puntuales y explotan las imágenes del folclor o del humor gótico como excusa para producir risa, salvo casos excepcionales que son desarrollados entre 1947 y 1952. Así, Trifón Carcamonia es un detective que presencia verdaderas salvajadas (degollamiento explícito de animales a la vista de los lectores) que son obra de una famlia de nigromantes. En el caso de Draculín, de Ayné, se trata de una parodia del vampiro sediento de sangre que además se mueve por entre tumbas y ataúdes, y resulta lo bastante amenazador para el lector infantil pese a que su efigie está tomada del hermano mudo de los Marx. Lamentablemente, no hemos podido manejar los suficientes números de Chispa como para analizar mejor esta serie o las otras que se desarrollan en esta publicación de corta vida (25 números): Diavolo Tallerini, de Figueras, y La bruja Pepe, de Iranzo, trabajos claramente orientados a producir humor mediante el uso de representantes del horror y que luego no muestran tan clara inserción en otras publicaciones. Por ejemplo, la serie vinculada a este género que desarrolla Vázquez en Pulgarcito, la titulada La mansión de los espectros, no goza de larga vida ni de imitadores en esta cabecera.

No obstante, hay que hacer una excepción para el caso de los personajes de Alfonso Figueras. Por ejemplo, Búfalo fue un tebeo de De Haro que deberíamos desestimar como cabecera a tener en cuenta porque sólo alcanzó 22 números. Pero el personaje Mr. Hyde que Figueras desarrolló en sus páginas en 1950 no murió en ellas, sino que saltó a Pocholo y, luego, perduraría hasta nuestros días en distintos rescates y ediciones. Se trata de un tipo malévolo, característica representación de la maldad humana tras un proceso paródico que se basa en la novela Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson. Este autor no detuvo ahí su afán paródico del horror, en Pocholo publicó las desventuras del anterior personaje con el nombre de Mr. Mosifón y en Nicolás también alojó historietas en las que rendía homenaje a los ambientes del horror gótico por estas fechas. Figueras se mostró a lo largo de toda su trayectoria muy interesado y atento a los argumentos fantásticos, especialmente por los mitos cinematográficos del humor y del horror, como demuestra su serie Cine Locuras o sus parodias del horror repartidas por distintos tebeos y editoriales durante los años setenta.

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Una tira de El fantasma Pepe firmada por Rafart (el popular Raf), tomada del núm. 93 de La Risa. Clic para ver la página completa

El interés demostrado por Iranzo o Figueras sobre personajes fantásticos y malévolos no se transmite a otros autores o publicaciones durante estos años de crecimiento de la industria y de inserción de nuevas propuestas, y las que aparecen agonizan rápidamente en cuanto llega el año 1953. Esto ocurre con Ayné, otro autor sensible a lo fantástico que crea la serie La familia Mediosusto para la revista Garabatos, una original propuesta que toma la imagen de una familia española característica (padre, madre, hijo)

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La familia Mediosusto al completo, pasando frío. Clic sobre la imagen para leer la página completa.
sumidos en la preocupación por su precaria situación económica y con el aliciente de que los tres son fantasmas, aunque tampoco asustan a nadie, con lo que también se ve frustrada su naturaleza espectral. De nuevo, desconocemos el número de entregas de esta serie, habiendo manejado solamente su aparición en el Almanaque para 1953 de esta cabecera. Hallamos otros fantasmas vagando por las viñetas de los tebeos publicados entre 1951 y 1953: el fantasma turulato que Nin creó para Jaimito, de Valenciana, para la serie Gori-Gori, el fantasma loco, que pese a su infantilismo palmario tuvo que modificar su título por el de El habitante del viejo castillo de Mockery por intervención de la censura. En la revista La Risa, del sello Marco, encontramos a otro fantasma, en la tira titulada El fantasma Pepe, que es un espectro con forma de almohada que no consigue asustar ni al más pusilánime. La serie no goza de larga vida, pero nos interesa porque la creó un autor también apetente por los iconos de la literatura popular que estaba medrando en estilo por entonces: Rafart. Joan Rafart firmó así historietas por entregas de corte aventurero y también la tira del fantasma Pepe. En esta misma revista, y hacia finales de 1953, hallamos alguna viñeta dispersa en la que aparece un fantasma (por F. Ibáñez), un vampiro (por J. Fraga) o algún ogro monstruoso (por J. Rizo). Pero son casos testimoniales, de hecho la historieta citada de Rizo, “Una accidentada excursión”, publicada a doble página en La Risa núm. 92, es la más larga con elementos de horror paródico que aparece en esta colección, que no vuelve a mostrar este tipo de personajes en lo sucesivo.

Doble página de J. Rizo, “Una accidentada excursión”.

Donde sí debemos intensificar el análisis es sobre la revista de Bruguera El DDT, porque en sus páginas, sobre todo las publicadas en 1951 y 1952, aparecen con cierta frecuencia parodias del horror. Lo hacen como invitados en ciertas historietas, como las de Prudencio, de Martz Schmidt (en 1951), en chistes agrupados, como “Sábanas rellenas”, de Nadal (en diciembre de 1952), en chistes sueltos, como alguno de Conti en el que aparece el monstruo de Frankenstein, o incluso en textos como el publicado en agosto de 1953 en el que el reporter Tribulete entrevista a un fantasma. Pero es que además, en estas páginas se desarrollaron series que aludían sesgada o directamente a lo vampírico, lo demoníaco o lo monstruoso: Rosita la vampiresa, que no chupaba la sangre a nadie pero cuyo nombre sí aludía a un ser parásito y despreciable, Azufrito, que era un demonio con tridente obstinado por hacer el mal, Doña Tula, personaje humano pero más monstruoso que ninguno de los de la revista, o Super-Birria, un desgraciado superhéroe pero no por ello carente de poderes sobrenaturales. Y aparte estaban Don Danubio, un tipo aprovechado con aspecto de enterrador, y Don Berrinche, un misántropo que portaba un bastón con clavo. Daban miedo. Pero es que además desafiaban los postulados de la buena moral que aconsejaba la clase eclesiástica de la época: Rosita o se casaba o debía ser expiada, Azufrito era la viva representación de Satanás, Doña Tula era una asesina alevosa y cruel, Super-Birria compartía las habilidades de los ángeles… Seres así no podían mantenerse mucho tiempo.

 Dos páginas del núm. 1 de El DDT contra las penas. A la izquierda, la de Doña Tula, que se presenta como una asesina confesa en la primera viñeta. A la derecha, el superhéroe cañí, capaz de volar y de transformar su aspecto en un "plop" (como haría al cabo de una década Mortadelo)
 

Estos personajes de Bruguera eran verdaderamente contrarios a los preceptos morales que se querían imponer por ley en este periodo de la dictadura franquista. Tengamos en cuenta que estos preceptos ya no son producto de una acción propagandística como resultado de la guerra, es que llegan a los años sesenta y allí se perpetúan. Sobre la libertad de expresión establecida por el Fuero de los Españoles, prevalecieron las mismas limitaciones en 1966 tras promulgarse nueva Ley de Prensa: “el respeto a la verdad y a la moral; el acatamiento a la Ley de Principios del Movimiento Nacional y demás leyes fundamentales”.[16] Esto rezaba en el artículo 2 de esta nueva Ley y en el 3, “De la censura”, a continuación, aseguraba: “La Administración no podrá aplicar la censura previa ni exigir la consulta obligatoria, salvo en los estados de excepción y de guerra expresamente previstos en las leyes”; esta ausencia de censura previa quedó supeditada a la promulgación de un Estatuto especial que se desarrollaría posteriormente, como muy bien sabemos.[17] Pero durante los años cuarenta y los primeros cincuenta la censura previa existía y ésta venía regulada por preceptos emanados de la iglesia católica. Son varias las entrevistas practicadas a autores que indican que padecieron extrañas correcciones sobre algunas de sus historietas o creaciones,[18] y de los casos conocidos todos apuntan a que hubo una regulación eminentemente de los contenidos que afectaban a la moral (voluptuosidad, relaciones sexuales, incesto, unidad de la familia, incitación libidinosa, etc.) poniendo la tilde en lo provocativo ante todo.[19]
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La edición del BOE, de la Ley de prensa e imprenta de 1966
La España de los años en los que nacen nuevos tebeos como Pulgarcito o El DDT era un país no sólo frustrado en lo material, también en lo sexual. En la novela, el cine o el teatro se satisfacían ciertas pulsiones a través de atisbos de muslos o relaciones concupiscentes intuidas. Fue el tiempo del cuplé, la zarzuela moderna, el cine de Hollywood que llegaba con sus promesas de mujeres vampiresas, y también el tiempo de los maridos virtuosos en su casa pero putañeros en la calle, y la era de las venéreas que desde 1945 lograron aliviarse un poco gracias a la penicilina y otros remedios: es leyenda popular que algunos brutos aplicaban el insecticida D.D.T. sobre sus genitales.
Esta pudo ser una de las llamadas a la picaresca practicadas desde la nueva revista de 1951, porque en sus páginas no hay más sombra de picaresca o erotismo que las curvilíneas siluetas de los personajes de Nadal o Cifré, los más inspirados por José Antonio Guillermo Divito y su Rico Tipo. La ausencia de estos contenidos dirigidos a “adultos” es comprensible en un país en el que la cruzada moral instaurada por Franco, primero como precepto del Movimiento y luego como meta ante el Vaticano, seguía en pleno vigor.[20] Y conviene tener presente este “proteccionismo moral” para comprender cómo pudo operar la censura sobre los contenidos de estas publicaciones y para admitir o dejar vivir a cierto tipo de personajes. Recordemos que en 1948 tiene lugar el bloqueo ruso de Berlín y se opera un auge del comunismo en China. Esto reactiva el anticomunismo franquista al tiempo que exacerba la preservación de la llamada Reserva Moral de Occidente, imagen que por fuerza quería asociarse a la de España, insistiendo en poner el máximo cuidado en la cristiandad (sobre todo entre la población campesina del país, que aún era del 40%). No sólo proliferaron los libros de E. Enciso o de Vallejo Nájera dando disparatados consejos sobre sexualidad conyugal, también se advertía del pecado acechante en programas emitidos por Radio Nacional o en la letra de la canción del verano (la de 1948); el paroxismo se alcanzó en las publicaciones eclesiásticas: se llegaron a emitir hasta cuarenta y dos pastorales sobre moralidad de costumbres entre 1950 y 1952.[21]

Pero nos interesa sobre toco cerrar el cerco sobre la actividad precisa de quienes censuraban previamente las historietas. Los propios historietistas de entonces han declarado sobre que los funcionarios que aplicaban las normas eran más exigentes que los propios directores de la Comisión responsable, y nos referimos aquí a la formada en 1946 bajo el mando de Carrero Blanco y con Juan Aparicio y Arias Salgado bajo sus órdenes. La intensidad de aquel aparato censor se ha descrito como feroz, hasta el punto de censurar al mismo Franco en los escritos que publicaba en Arriba bajo seudónimo.[22] Este cuerpo de censores se preocupó mucho por la literatura y los espectáculos en vivo, los teatrales o los cinematográficos. Sobre todo estos últimos; tanto les preocupaba la posibilidad de un pueblo enfervorizado por los bajos instintos representados en vivo o en imágenes en movimiento que en 1950 se creó la Oficina Permanente de Vigilancia de Espectáculos, que segregaba obras “para jóvenes”, “para mayores” o “para mayores con reparos”, todo lo cual era una actividad ligada al Estado pero controlada y dirigida, íntimamente, por preceptos religiosos. Es lógico pensar que con los tebeos que aparecieron en estos años se aplicó la misma vara de medir, con una preocupación principal: evitar la transgresión moral, la muestra carnal, el concubinato. Por esta razón no hubiera sido posible una revista como Rico Tipo en España, al menos con la sección central de chicas despampanantes de Divito.


  

Tres historietas de El DDT. En el núm. 1, Conti dibuja a Magdaleno cargándose a un querubín de un balazo. Rosita, en segundo número de El DDT, hace gala de vampiresa. por obra y gracia de Nadal En el mismo número, Martz Schmidt lleva a Prudencio a ver una proyección de Frankenstein.


Lo llamativo es que, en 1951, la censura se aplicó eficazmente sobre las revistas de historietas de Bruguera pero sólo en lo relativo al apartado erótico, en la representación de muchachas o en las alusiones picaronas, pero no sobre el resto de contenidos, como los alusivos a lo sobrenatural. En el núm. 1 de El DDT, en la página 3, nos encontramos con dos historietas brutales. En una, la de Mi tío Magdaleno, de Conti, aparece un querubín disparando flechas y el contrariado personaje central lo mata de un disparo (¡abate a un ángel ante todo el público infantil!). En la otra, la nueva serie de Vázquez Azufrito, el personaje central es un demonio, negro zaino él, que decide atentar con bomba contra un eminente arquitecto (¡Satanás contra los españoles egregios!). En ese mismo número encontramos una historieta de la nueva serie de Escobar Doña Tula, suegra, cuyo protagonista estima como buena idea envenenar a su yerno con cianuro, crimen que procede a cometer con total naturalidad. En ese mismo numero, Rafael González demostraba su pasión por el folletín en la sección escrita bajo el seudónimo de Afrodisio de Camembert, que trataba sobre crímenes contra jovencitas. Y no olvidemos que Nadal usaba el término “vampiresa” en su serie protagonizada por Rosita, aunque nada tenía que ver con el horror sino por su interés en la conquista de mancebos caballeros. El resto de personajes eran ejemplos del españolito medio frustrado, del quiero y no puedo encarnado en risibles parodias del derrumbe económico político y moral del país: Microbio, Pedrusco Brutote, Don Telescopio, Sinforino, Ofelio, Apolino Tarúguez, Prudencio, Don Danubio, Currito Farola, Don Berrinche, Casildo, o las familiares Cucufato Pi, La familia Cebolleta y la citada serie Super-Birria, de Cifré, única de continuará, cuya vida fue muy corta
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 Tres muestras de la serie Azufrito, de Vázquez. La de la izquierda fue la inaugural, publicada en el núm. 1 de El DDT. La del centro corresponde al núm. 52 de la revista. La de la derecha pertenece al final de su andadura, al núm. 75, una de las pocas que se ofreció en bitono. Clic para ampliar en todos los casos.

De todos los ejemplos anteriores, el más longevo fue Azufrito, serie que aparece ininterrumpidamente desde el núm. 1 al 75 de El DDT, siendo la parodia terrorífica más resistente frente a la censura de todas las que se recuerdan en esta época. Azufrito era un personaje depravado que intentaba cometer ignominias pero, siempre, cambiaban las tornas y terminaba haciendo una buena obra. Este planteamiento se mantiene incólume a lo largo de toda su vida editorial, sin apenas cambios en los argumentos y hasta agotar todas las posibilidades de malignidad y chasco derivado. Lo mejor de esta serie es el dominio que Vázquez demuestra con la cinética narrativa, ya que cuenta con cuatro o seis viñetas para desarrollar un gag y no puede explotar la expresividad del personaje, reducido como está a silueta. Lo importante de Azufrito es su pervivencia y la fecha de su desaparición, noviembre de 1952, precisamente cuando por imposiciones de la Iglesia la censura ejerce un mayor control sobre los contenidos de los tebeos, y Azufrito, encarnación del Mal pese a ser solamente silueta, tuvo que ser eliminado de las páginas del tebeo. El personaje reaparecería en los tebeos españoles cuando la censura abrió levemente su presa, en 1964, entre los números 682 al 702 y último de la primera época de El DDT, pero en este caso no dibujado por Vázquez sino por otros autores, posiblemente Peñarroya o García Lorente.[23]

La evolución de todos los casos comentados y especialmente la de Azufrito nos permite datar con precisión la normativa que pesaba sobre los tebeos españoles. Todo cambió entre 1952 y 1953, en un marco de transformación general del panorama social y cultural. Tras el primer intento de creación de infraestructuras e industrialización (en 1950 se funda SEAT, se inician los recorridos del TALGO), y las consiguientes huelgas generales de 1951, llegó en 1952 el fin del racionamiento y del mercado negro, el tímido crecimiento económico, los préstamos americanos, la entrada de algunos electrodomésticos, aparatos y comodidades, la compra a plazos y, por lo que se refiere a la prensa, la florescencia de la prensa del corazón y sensacionalista, o el auge de la deportiva. El público alfabetizado era mayor, al menos 200.000 españoles compraban Marca cada día, al menos 40.000 El DDT a la semana. Tras el respaldo de la Unesco en 1953, España sería otra, pero la censura siguió operando sobre la base de los preceptos promulgados en 1952 y reforzados en 1955 y no permitió la reaparición de seres tan “horrendos” como los que se atrevió a albergar El DDT.


 

Las dos páginas de Hipo, Monito y Fifí que se comentan en el texto. La de la izquierda muestra la escalofriante historieta en dos partes en la que una bruja vuelve para vengarse y destroza una familia, argumento ciertamente impactante para una revista infantil. En la de la derecha, el personaje antropomorfo encuentra un fantasma de verdad.


Hubo, eso sí, algunos casos aislados de manifestaciones de lo sobrenatural que soslayaron a la censura. Por ejemplo, en la historieta “La doncella de las nieves” firmada en 1956 por Rafart (luego más popular como Raf) para Hipo, Monito y Fifí núms. 84-85 del “segundo formato”, donde el incumplimiento de una promesa desata la ira de una aparición que es su misma esposa, y que acaba con la vida de su propia hija, un argumento sorprendente que desafiaba cualesquiera de los preceptos de la iglesia (aparición fantasmal, ruptura de la unidad familiar, parricidio…). Otro que sorteó la censura en 1956 fue Narizán, parodia del Tarzán de E.R. Burroughs  creada por Ayné y continuada por Martínez también en las páginas de Hipo, Monito y Fifí. En sus historietas por parajes exóticos y fantásticos el semidesnudo personaje se enfrenta ocasionalmente a seres extraordinarios, como alienígenas o magos, y en el num. 89 de esta revista corre aventura singular, la que le enfrenta con un científico cavernícola que se dedica a crear servidores monstruosos, una parodia clara de The Island of Dr. Moreau tratada con la comicidad adecuada pero que, en todo caso, concibe a un hombre como creador de otros seres, algo que sólo estaba reservado a Dios.

Monstruos en editorial Marco. Sobre estas líneas, viñeta extraída de Hipo, Monito y Fifí nº 89, de un episodoi en el que Narizán se topa con un demiurgo similar al de H.G. Wells. La de la derecha es una viñeta de La Risa, 106, con un terrible vampiro. Clic sobre ambas para ver la página completa.



Los únicos seres sobrenaturales que mantuvieron cierta presencia en los tebeos fueron los fantasmas, acaso por su apariencia más amable y “limpia”, y generalmente como falsos espectros: sábanas sobre globos, personajes disfrazados, etc. Algunos fueron fantasmas verdaderos, los que dibujó F. Ibáñez en secciones de viñetas sueltas de La Risa, de Marco, en 1953, el que asusta a Tito Sandunga, cuervo con puro creado por Martínez, al menos en Hipo, Monito y Fifí núm. 90, de 1956, o los que siguen apareciendo en Pulgarcito o El DDT.  
 

RICO TIPO
, EL DDT Y EL “CEREBRO” DE LA ESCUELA BRUGUERA.
 
Deseamos hacer, aquí, una digresión sobre El DDT, aprovechando el paréntesis sin monstruos que se produce a partir de 1953, para intentar dilucidar si los personajes de este tipo que aparecieron en sus páginas fueron inspirados por otros, ajenos a sus autores o a la editorial, puesto que una de las constantes en el análisis de la revista El DDT ha sido aludir a la influencia decisiva de la revista argentina Rico Tipo.
Rico Tipo apareció en noviembre de 1944, fundada por Divito tras dejar de trabajar en la revista Patoruzito, aparentemente por no querer acatar ciertas imposiciones editoriales sobre su trabajo y con la intención de fundar una publicación dirigida a un público más adulto[24]. La revista se convirtió en un éxito bajo la dirección de este autor y editor, un tipo de fuerte personalidad que coordinaba la redacción de la revista como un taller, como pudo ser la de Bruguera, manteniendo una supervisión constante sobre las obras de los colaboradores, que eran revisadas y corregidas por él a veces muy estrechamente, como ocurrió con Gallito (Roberto Gallo), el más joven dibujante entonces en Rico Tipo, a quien Divito dirigía muy de cerca, tanto que lo apodaron “la viuda de Divito”.[25]
El modelo de publicación, el tipo de humor y los personajes de Rico Tipo inspiraron a los autores españoles de los finales cuarenta y primeros cincuenta por la insistencia de Rafael González, que veía en aquellas revistas un modelo a seguir (y quién sabe si cierta admiración por la personalidad de Divito, a juzgar por el intenso control que González estableció sobre su grey de historietistas, comparable al del editor argentino). De esto ya había dado cuenta Terenci Moix en su libro de 1968[26], y Guiral nos lo ha recordado sobre todo identificando a los autores que manifestaron aquellos influjos, Peñarroya y Cifré, y también por la presencia del rótulo con el título en un recuadro superior rojo que lo contiene, por su similitud con los de El DDT o, después, el Tio Vio de DER.[27]
La influencia de los estilos de los autores de Rico Tipo se rastrea en los de Bruguera echando un rápido vistazo a las historietas firmadas en los años cuarenta por Divito, Abel Ianiro o Adolfo Mazzone, cuyos estilemas aparecen en los trabajos de Nadal, Cifré y Peñarroya, respectivamente, si bien ambos los tres toman referentes plásticos y narrativos de los argentinos en conjunto. En el caso de los ya formados Escobar o Vázquez, sin embargo, apenas si se detectan rastros de estilo procedentes de esa fuente. Se ha documentado, siempre a partir de declaraciones de autores, lo cual no concede total fiabilidad al dato, que Rafael González era un entusiasta seguidor de la publicación argentina (y, acaso, también de Don Fulgencio), la cual recibía cada mes y se la mostraba a los dibujantes en la redacción para que tomaran ideas. De estas declaraciones se extrae que fue González quien sugirió a Nadal que dibujara a las muchachas curvilíneas y de muy buen ver, lo que contrastaba con sus escuálidos, bajos, calvos y apocados maridos, los representantes de la España vencida. También de ahí se colige que Cifré maduró su estilo fijándose en el dinamismo cómico de Divito y otros argentinos, a instancias de un R. González que por entonces le hacía los personajes a este joven historietista[28].

Tres portadas de El DDT con chicas atractivas como protagonistas del gag, la de los números 1, 2 y 40. Pocas más hubo hasta llegar al séptimo año de edición de la revista

Esto entra dentro de lo posible, pero lo que ya no parece tan claro es que la revista El DDT copiase el modelo de la revista Rico Tipo. Primero, porque la publicación argentina sería considerada antes una revista satírica que un tebeo en nuestro país, debido a que brindaba al lector mayor cantidad de secciones de texto que de viñetas, amén de que muchas de estas eran únicas, de humor gráfico, y no historietas.[29] En segundo lugar, Rico Tipo era una revista dirigida al público adulto, repleta de muchachas ligeras de ropa, algunos textos sesudos y cierta carga satírica, de todo lo cual carecía El DDT. Erróneamente, se ha insistido que El DDT de 1951 era una revista dirigida a un lector más adulto, afirmando que llevó como subtítulo “Revista humorística para mayores”, cuando los subtítulos de la publicación fueron, por este orden: CUADERNOS HUMORÍSTICOS ILUSTRADOS y PUBLICACIÓN PARA JOVENES DE 15 A 117 AÑOS en su año I, REVISTA HUMORÍSTICA PARA TODOS y REVISTA SEMANAL HUMORÍSTICA desde su año II al IV, SEMANARIO CÓMICO PARA GRANDULLONES entre el año IV y V, y así hasta llegar los año VI y VII, que es cuando es subtitulada REVISTA HUMORÍSTICAS PARA MAYORES. Con todo, y pese al subtítulo que aflora en el año sexto de publicación, el tebeo se orientaba a los niños y a los adolescentes, pero de ningún modo al público adulto a la vista de los textos e historietas que se publicaban, que no mostraron variación alguna a lo largo de los primeros 250 números, salvo que se quiera entender como “adulto” el contenido de las viñetas de Nadal para su sección de humor gráfico Mujeres, existente antes del último cambio de subtítulo. En tercer lugar, se ha sugerido que El DDT mostraba chicas despampanantes en sus portadas, como era habitual en Rico Tipo, pero sólo llevaron muchachas en cubierta, y muy vestidas, los números 1, 2, 29, 40, y posteriormente rara vez, al menos hasta alcanzar el año octavo de publicación, que es cuando las portadas comenzaron a ofrecer mujeres esculturales con cierta frecuencia; ojo, que estamos ya hablando de El DDT de 1958, no del de 1951, el identificado con Rico Tipo. Por último, la similitud entre los logotipos de Rico Tipo, El DDT o Tío Vivo no es tanta, o no permite extraer conclusiones rotundas ya que logotipos con esta forma fueron habituales en la prensa de la época, comenzando por LIFE, desde los años cuarenta, hasta llegar a las revistas de espectáculos del final de la década, como las españolas Gaceta Ilustrada o poco después Tele radio.

Portada de tres momentos de El DDT: núm. 225, del año V, núm. 316 del año VI, y núm. 350 del año VII. Clic para ampliar y observar la variación en los subtítulos y cómo ya en el séptimo año de vida de la revista pasa a ser considerada "para mayores" y aparecen chicas despampanantes en cubiertas, si bien sus contenidos no variaron demasiado.

Es innegable que algunos personajes de Bruguera parecen provenir directamente de las historietas de Rico Tipo, pero no los que parodiaban el horror. Falluteli, de Divito, era un individuo despreciable y taimado, bajito y bigotudo, que se movía con la ingravidez distorsionada que heredaría Cifré; Fúlmine, también de Divito, era hombre alto, narizudo, con gafas, vestido con levita negra, que porta paraguas y sombrero de copa, y que es un metepatas y un gafe redomado (la más clara “inspiración” del Mortadelo de F. Ibáñez); el doctor Merengue fue un tipo aquejado de bipolaridad y que parodiaba a Stevenson en su serie “El otro yo del Dr. Merengue”, aunque no mostraba ni escenas violentas ni terroríficas; Marmolín, de Abel Ianiro, era una estatua que cobra vida, pero que no protagonizaba momentos de tensión tampoco, etc. Sólo hemos hallado un personaje que pudo influir sobre uno de los autores que hizo historietas con algún elemento alusivo al terror, nos referimos
El señor Bang. Imagen extraída del libro La historieta argentina. Una historia.
a El señor Bang, serie creada por Adolfo Mazzone para el Rico Tipo de mediados de los cuarenta, que era un anarquista con bomba de quien sólo se mostraba la silueta, como el Azufrito que Vázquez crea un lustro más tarde. Salvo este caso aislado, no es posible trazar puntos de concordancia temáticos entre las historietas de las revistas coordinadas por González y las dirigidas por Divito.
Toda esta larga digresión era necesaria para intentar dilucidar el origen de las historietas con elementos o alusiones a los universos del horror que se atisban en las publicaciones de Bruguera de este tiempo: la bruja, el demonio, la vampiresa, la suegra asesina, los fantasmas que visitan a algunos personajes, la facha de enterrador de Don Danubio, al aspecto alocado de Sinforino, que alguna vez intentó suicidarse… hasta llegar a las secciones escritas por González bajo seudónimo, en las cuales inició un repaso por los mitos del horror clásico que tuvo que dejar de publicar, creemos, por la presión de los censores. Nuestra hipótesis por demostrar es que tanto la presencia de manifestaciones del horror en las revistas humorísticas de Bruguera como los tipos sociales descritos en un marco de frustración y picaresca desafortunada fueron, en gran medida, producto de lo anhelos de Rafael González, un creador en las sombras que quiso deslizar en aquellos tebeos sus gustos personales y que logró generar todo un panteón de risibles españolitos de la España autárquica, tan representativos del ciudadano de entonces como hilarantes.
Queda por demostrar, por otra parte, la opción contraria: en qué medida influyeron las historietas españolas sobre las argentinas durante los años cincuenta y sesenta, visto que nuestras historietas fueron publicadas allí y Bruguera trató de establecer un mercado en Latinoamérica. Otra vez nos topamos con el problema de los registros documentales. No sabemos cuáles fueron los intereses concretos de Juan Bruguera en el mercado americano. Los “testimonios” recogidos resultan claramente insuficientes, porque no aclaran ni cuántos viajes hizo, ni cuándo, ni para qué, y por lo que sabemos fue escaso el número de publicaciones que allí se distribuyeron de Bruguera (nos referimos a nuevos títulos). Ni podemos saber cuántos de los tebeos editados en España se vendieron en Argentina, o si su impacto fue importante o bien mínimo, por tratarse, como en su día se estipuló, de obras tan sujetas “a lo circunstancial que imposibilitan su asimilación por parte de un público extranjero”[30]
 
LOS MONSTRUOS VUELVEN POR 1968
 
Desde 1962, con Fraga Iribarne en el Ministerio de Información y Turismo, la normativa de aplicación sobre las publicaciones infantiles y juveniles fue reformada de un modo importante, porque se crea la CIPIJ, la Comisión de Información para las Publicaciones Infantiles y Juveniles, que restringió todavía más lo permisible en los tebeos, evitando así el rebrote del género del horror o del erotismo hasta bien entrada la década de los sesenta. El siguiente repaso de los personajes paródicos del horror entre 1953 y 1975, año de la muerte de Franco nos permite ver la afluencia de este tipo de creaciones en los tebeos españoles:
 
AÑO
COLECCIÓN, SERIES, HISTORIETAS Y COMENTARIOS
1963
Can Can, revista de Bruguera. El autor argentino Ángel Aboy, que firma como Drácula, publica viñetas en la sección de humor negro.
1964
DDT, de Bruguera, uno o varios autores rescatan la serie Azufrito, entre los números 682 al 702, último de la colección.
1968
Mata Ratos, revisa de IMDE. Figueras publica Franciskostein.
1969
Aproximadamente desde esta fecha, series como Mortadelo o Anacleto, de la alineación de revistas de Bruguera, comienzan a publicar historietas relacionadas con monstruos y fantasmas. Los espectros se especializan en hacérselas pasar canutas al agente secreto Anacleto y los detectives de la TIA se enfrentan a todo un panteón de monstruos en una de sus largas aventuras.
1969
Dossier negro, de IMDE. Figueras realiza la serie Sketch to shock, presumiblemente servida por la agencia Selecciones Ilustradas y creada para otros mercados. Algunas de estas historietas serían recogidas posteriormente en el álbum Shock, el primero que lanzó el editor Toutain, en 1973, firmada con su nombre en catalán: Alfons Figueras.
1971
Drácula, de Buru Lan. Figueras crea historietas mudas de una página protagonizadas por parodias de clásicos del cine de Universal Pictures, Drácula, la momia, el monstruo de Frankenstein, todos bajo el título Drácula.             
1971
Vampus, de IMDE. Figueras de nuevo, publica historietas paródicas pero terroríficas del Dr. Mortis, que serían rescatadas mucho más tarde en libro por El Patito Editorial (2008).
1971
Terror Fantastic, de Pedro Yoldi editor. Peñarroya desarrolla la serie Draculino, parodiando al vampiro por antonomasia.
1971
Terror Fantastic, de P. Yoldi. Bernet Toledado crea otra parodia terrorífica, Julito Flores. Este personaje sería rescatado en 1974 por el editor Martí Pavón para la revista Chito, después de aparecer sus tiras recopiladas en álbum por Euredit en 1973 con el nombre de Franciscostein.
1972
El simpático esqueleto Tumbita, de Tunet Vila, aparece en varias publicaciones de Vértice, en las cubiertas de muchos tebeos de superhéroes, y también de horror, de este sello editorial. Vila también creó alguna parodia puntual, como Vampilelo contra el Hombre Bobo, para complementar concretamente la revista Espectros en este caso, en 1974.
1973
J. Sanchis, siempre afecto a lo fantástico, se permite crear este año una serie para Jaimito que incluso salta a portada, Don Esperpento, un necrófilo que se relaciona con otras parodias del horror ya asequible a los niños.
1975
Figueras publica durante este año historietas de su recobrado personaje Mr. Hyde en la revista de IMDE Famosos Monsters del Cine. El personaje sería publicado por Avui en 1987 (Ediciones B recogería la obra en un álbum en 1991).
1975
Los primeros tres números de la atractiva revista Mortadelo Especial no fueron acreditados así sino como Mortadelo Extra Terror, y constituyen un verdadero festival de parodias terroríficas.
 
Las parodias humorísticas del horror escasearon, consecuentemente, hasta la muerte del dictador. A finales de 1964, la revista que tanto nos ha interesado revisar, DDT, cambió de título y de formato y pasó a subtitularse REVISTA PARA ADULTOS, ahora sí, con lo que abrió un nuevo camino a contenidos más aventurados, tratando de emular a Can Can, donde sí se mostraban muchachas en flor de curvas apetitosas. Aquel año fue cuando apareció la revista Mata Ratos, publicación del sello Ibero Mundial de Ediciones destinada a mostrar humor atrevido, levemente picante, con bellas señoritas de Raf en portada y que, al año siguiente, cambió su formato por otro superior debido a las imposiciones de la censura, que todavía operaba en el país ejerciendo un fuerte control. Y más tras la aparición de la Ley de Prensa e Imprenta publicada por el Boletín Oficial del Estado en 1966, que reforzó la aplicación de una normativa regulada por lo que se ha descrito como una “moral enferma” (o, de forma más elegante, “la mordaza franquista”)[31].
Esta censura renovada, la que llega en 1966, es más dura con los actos de violencia o con aquellos que (se estimaba) podían dañar la sensibilidad del menor; así hasta el punto de rayar lo ridículo en su aplicación sobre historietas de aventuras y acción que diez años antes se consumían por un público masivo con total normalidad. Pero también hay que percatarse de que esta nueva ley, al tiempo que cerraba puertas a la expresión de la violencia, abrió las puertas a una mayor libertad en el campo de lo sexual, como declaraba Fraga Iribarne en sus memorias de su gestión en el Ministerio.[32]

Antes de la muerte de Franco ya había sellos que publicaban revistas o fascículos abiertamente más críticos o más atrevidos, como Euredit, Sedmay o Punch, hasta Bruguera se atrevió a lanzar revistas “sexy”, como Lola, y Garbo publicó en 1974 el híbrido de erotismo y horror Vampirella. Desde la muerte del dictador varios fueron los personajes paródicos del horror que aparecieron en los tebeos, casi todos de Figueras: en 1976 la serie Nuevas Narraciones Extraordinarias en la revista Rufus, en 1978 la serie Cine horror en la llamada cuarta época de Can Can, de Bruguera, en 1979 las Estampas malignas para Dossier negro (que rescató el sello El Patito Editorial en 2009). Pero estas y otras historias de la época, como la explotación de la sicalipsis (Petronio editó Sexy Terror en 1976, JF en el mismo año publicó la divertida Muerde) son harina de otro costal y exigen un análisis diferente debido al contexto en el que aparecieron.

 Tres ejemplos de publicaciones de los setenta en los que reaparecen los vampiros y los monstruos: Serie de J. Sanchis en Jaimito, una historieta de Tunet Vila en Espectros, y el álbum de Los monstruos de F. Ibáñez.

 

CONCLUSIONES.
 
La escasez de historietas paródicas del horror o con personajes extraídos de la iconografía del horror clásico en la historieta española entre 1948 y 1968 se comprende un poco mejor si atendemos a las normas sobre la preservación moral que hizo respetar el poder político bajo Franco, que en esta materia se articuló bajo la atenta vigilancia de funcionarios vinculados a la Iglesia o de sus ministros, directamente; todo ello en aras de lograr una imagen del país, de su prensa y del comportamiento general de la población, ideal de cara a la Santa Sede. La censura instaurada a partir de ese cuerpo normativo se mantuvo en años siguientes, y se recrudeció incluso tras la nueva Ley publicada e 1966.
Las deudas que Pulgarcito, El DDT o Tío Vivo contrajeron con el Rico Tipo de Divito afectaron al diseño de la publicaciones, al comportamiento de algunos personajes y a la narratividad de las historietas, pero no necesariamente influyeron sobre los personajes vinculados –aunque lejanamente- con el horror.

La parodia del horror que ensayó Bruguera se fundamentó en la explotación del carácter cafre característico “de la casa” (propio de Urraca o Berrinche, por ejemplo), que emanaba de la inclinación que por este género demostraron algunos autores, como Escobar, Ayné, Vázquez o Figueras. Amén del interés del coordinador editorial Rafael González, a juzgar por sus guiones coetáneos para El inspector Dan, su visto bueno a las historietas tremendas y a las series que se publicaban en las revistas que editó, y sus secciones escritas, algunas de las cuales trajeron a tebeos como El DDT, por ejemplo, iconos del horror gótico o clásico.

  

Dos secciones, a doble página, firmadas con seudónimo por Rafael González, publicadas en El DDT números 74 y 75, de noviembre de 1951, poco antes de que la censura cortara toda posibilidad de ofrecer representantes del horror en los tebeos españoles.

NOTAS
[1] Se recomienda volver a consultar el texto introductorio de J. Alcázar al presente número de nuestra revista, especial sobre este género precisamente, y el texto de A. Martín recuperado por Tebeosfera.
[2] Según sostiene Linda Hutcheon en A Theory of Parody (University of Illinois, 2000). Un extracto de sus teorías se puede leer en este enlace.
[3] Sobre este particular, merece la pena releer a M. Bakhtin, sus ensayos en The Dialogic Imagination. Acúdase por ejemplo a las páginas 52, 59, 364 y 374, que se pueden consultar aquí.
[4] Las razones para esta sequía las recordaba y argumentaba J. Alcázar en su ensayo: “El descubrimiento del horror en los sesenta”, cuya lectura se halla a un clic de aquí.
[5] La explicación de la penuria editorial durante el primer lustro de posguerra y de los cambios concretos durante esos dos años viene detallada en Martín, A. (2000): Apuntes para una Historia de los Tebeos, Barcelona: Glénat, pp. 94-118.
[6] Para este caso, vid. Barrero, Manuel (2009): "El horror maravilloso" En Tebeosfera, 5 . Sevilla : Tebeosfera, disponible en línea.
[7] Puede leerse el texto integro del documento en el sitio web del Vaticano; tras su lectura no extraña en absoluto el enorme interés que pudieron tener todos los componentes de la Iglesia por “construir” o por “modelar” una sociedad, la española, que fuera un ejemplo de virtud y decencia, si eso les servía para lograr los beneficios que este acuerdo aseguraba. Sobre la intromisión de la Iglesia en política por razón de aquel acuerdo también resulta de interés la lectura del reportaje de Juan G. Bedoya “El concordato que nadie quiere festejar”, El País, 31-VIII-2003. El contexto político español en su relación con el extranjero se halla muy bien descrito en el artículo de Correyero Ruiz, de 2003: “La propaganda turística española en los años del aislamiento internacional”, en Historia y Comunicación Social, 8, pp. 47-61, en línea aquí.
[8] Sobre el control de los medios impresos y audiovisuales en este periodo, consúltese el trabajo de Juan Beneyto “La política de comunicación en España durante el Franquismo”, disponible en línea.
[9] Martín, A. (2000): Apuntes para una historia de los tebeos, Barcelona: Glénat, p. 189.
[10] J.M. Vázquez, O.P.: La prensa infantil en España, Doncel, Madrid, 1963, citado en Ramírez, J.A. (1975): La historieta cómica de postguerra, Madrid: Cuadernos para el diálogo, p. 55.
[11] Para elaborar este estudio hemos trabajado sobre una colección completa de El DDT de 1951, de sus primeros 200 números (más extraordinarios), cedida por Javier Alcázar, pero nuestra consulta de otras publicaciones ha sido mucho más reducida en el caso de las coetáneas Pulgarcito, Hipo, Monito y Fifí, La Risa, Nicolás, Chispa o Jaimito.
[12] Ramírez, J.A. (1975): op. cit., pp. 235-241.
[13] Datos de Ramírez, ibídem, p. 240.
[14] Tabla elaborada con datos del Gran Catálogo de la Historieta de Tebeosfera; alguna de las fechas podría exigir revisión.
[15] Tubau, I. (1972): De Tono a Perich: el chiste gráfico en la prensa española de la posguerra (1939-1969), Madrid: Guadarrama/Fundación Juan March, p. 101
[16] Se ha consultado el mismo cuerpo de la Ley de Prensa e Imprenta, edición primera del Gabinete Jurídico Administrativo del BOE, de abril de 1966, pp. 75-76 (pp. 4-5 de la Ley)
[17] Este Estatuto lo preveía la misma Ley de 1966, en su artículo 15, referido a “Publicaciones infantiles”, op. cit., p. 81 (16 de la Ley).
[18] Pueden revisarse varias de estas declaraciones en la recopilación que hace Antoni Guiral en Cuando los cómics se llamaban tebeos, Barcelona: Ediciones El Jueves, 2004, pp. 111-122.
[19] Así lo apuntaba en 1980 Salvador Vázque de Parga en su análisis ideológico Los cómics del franquismo, Barcelona: Planeta: Textos, 59, pp. 28-31.
[20] En su discurso del 18 de agosto de 1939 clamaba Francisco Franco: “¡En España o se es católico o no se es nada!”, lo cual entendía el general como una fórmula para regenerar moralmente el país, pues él entendía que el pueblo había sido pervertido, envenenado por otras doctrinas corruptas. Así lo detalla Eslava Galán citando a Feliciano Blázquez en La traición de los clérigos en la España de Franco (Crónica de una intolerancia, 1936-1975), Madrid: Trotta, 1991, p. 55.
[21] El órgano oficial de Acción Católica Ecclesia, según recuerda Eslava Galán, J (1997): Coitus interruptus. La represión sexual y sus heroicos alivios en la España franquista, Barcelona: Planeta, p. 200.
[22] Eslava Galan, op. cit., p. 215.
[23] Según Martínez Peñaranda, E. (2004): Vázquez. El dibujante y su leyenda, Madrid: Sinsentido: Sinpalabras, 4, p. 32
[24] Curiosamente, por razón de la censura que Dante Quinterno quería imponer sobre sus estilizadas y ebúrneas chicas semidesnudas, según sostiene Masotta, O. (1970): La historieta en el mundo moderno, Barcelona: Paidós, p. 168. Lo corrobora Cascioli, A. (2007): La Argentina que ríe. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes, p. 332.
[25] Gociol, J. y Rosemberg, D. (2000): La historieta argentina. Una historia, Buenos Aires: Ediciones de la Flor, p. 31.
[26] Moix, T. (1968): Los “cómics”. Arte para el consumo y formas “pop”, Barcelona: Llibres de Sinera: Jarama, 5, p. 105.
[27] Guiral, op. cit., p. 91.
[28] Ibídem, p. 48.
[29] Un estudio comparativo entre Rico Tipo y El DDT puede leerse en el artículo de Álvaro Pons “Claves argentinas en la madurez de la historieta española: de Rico Tipo al Eternauta”, en el número de 2010 de la Revista Iberoamericana de Literatura, Universidad de Pittsburg; el texto se halla en prensa cuando se publican estas líneas [nos ha sido cedido por su autor para la realización del presente estudio],
[30] Moix, T. (2007): Historia social del cómic, Barcelona: B: Bruguera. Ensayo, p. 164
[31] Ambos entrecomillaos han sido tomados de Fontes, I., Menéndez, A. (2005): El parlamento de papel, Madrid: APM, Tomo I, cap. 6, p. 37
[32] Fraga Iribarne, M. (1980): Memoria breve de una vida pública, Barcelona: Planeta, p. 145.
TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2010): Manuel Barrero. Con edición y corrección de Javier Alcázar y Dionisio Platel.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2010): "La parodia terrorífica. Horror en los tebeos de humor españoles bajo la dictadura.", en Tebeosfera, segunda época , 5 (6-II-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_parodia_terrorifica._horror_en_los_tebeos_de_humor_espanoles_bajo_la_dictadura..html