Punto culminante del ciclo del país Qa, La ciudad del dios perdido prescinde deldesarrollo paralelo en dos hilos narrativos y concentra la trama en un espacio y un tiempo bien definidos. La ciudad a la que se refiere el título es Mayaxatl, donde reina Ogotai. Los autores optan por explicar en una página introductoria a quién se debe la idea de esa misión suicida —Tanatloc y sus pacíficos seguidores,los xinjins, opuestos al dominio sanguinario de Mayaxatl— para evitar que cualquier referenciaposterior entorpezca el relato. El recurso, muy efectivo,permite que la aventura se desarrolle con celeridad: los acontecimientos se acumulan a medida que la peripecia se acerca a su final y, en algunas ocasiones, la violencia estalla de una manera muy explícita. La muerte acecha por todaspartes: decenas y decenasde inocentes se sacrifican en el altar de una religiónbárbara y oscurantista, una flecha abate a Tjall de manera repentina y Varth, el verdadero nombre de Ogotai, encuentra su fin —quizá ansiado— a manos de Thorgal, su hijo.