Por segunda vez en su vida, y tras el célebre episodio de Los arqueros, Thorgal participa, muy a su pesar, en un torneo de tiro con arco en el que realiza un gran papel. Sin embargo, el héroe tan diestro en esa disciplina ignora que deberá vérselas con un destino caprichoso y dolorosamente repetitivo. Dicho en pocas palabras: aunque los Aergisson desean regresar a su casa después de su periplo mediterráneo («En cuanto podamos, volveremos a Northland y será el fin de nuestros vagabundeos», como dice Thorgal a Aaricia en este álbum), la realidad los persigue y los precipita de nuevo a la brutalidad y la barbarie. Poco tiempo después de haber escapado del reino bajo la arena, son vendidos como esclavos en una provincia romanobizantina de Poniente, en alguna parte de Cilicia, en la actual Turquía. Bajo el yugo de un tirano manipulador y de su hijo, estúpido y cruel, los miembros de la familia nórdica vuelven a separarse y contemplan cómo desaparecen sus compañeros de infortunio por mostrarse demasiado pacíficos e ingenuos. La muerte es, sin duda, el único adversario al que no logra doblegar el «bárbaro» Thorgal.