ordinario

Se llamaba Anina. Thorgal tuvo su primera experiencia sexual con aquella joven pelirroja que tanto sufría las iras de su hermano Olaf. Pero Anina, como nos cuenta Yann al final de la aventura, es también el nombre de la diosa de los celos, ese extraño sentimiento que hace palpitar los corazones y vuelve locos a algunos amantes. Aaricia, consciente de la situación, comenzó a hacer preguntas. O más bien una sola: «¿La amas?». Aaricia está celosa, y tiene motivos de sobra. Porque si el impetuoso adolescente se ha embarcado en una expedición sin sentido, debería preocuparse más del frío glacial, de los lobos hambrientos y de los codiciosos bandidos que de las mujeres... Y, sin embargo, Thorgal está a punto de cambiar por completo a medida que se cruza con varias mujeres ardorosas y complacientes. Primero lo salva Slive y luego Anina, con quien pierde su virginidad. Luego aparece Gunn, una valquiria que cambia permanentemente su voz y que incluso morirá por él. Las tres Nornas también se encaprichan del joven, al igual que las hermanas Minkelsönn, una de las cuales le regala la piedra de luna, un instrumento marítimo esencial. El hijo de las estrellas ha recuperado el ojo de Odín... Y sabe muy bien que las mujeres le han echado el ojo. A partir de entonces, su vida cambiará del todo.