Según los autores, este episodio de transición permitió que la serie se «apartase» de sus lectores. Thorgal apenas interviene en la historia, excepto para salvar a su hijo de que muera ahogado —algo importante pero poco espectacular, para ser sinceros—. Alinoé constituye una narración aislada que se desarrolla en un espacio cerrado, una estratagema que ya se vio en El drakkar perdido, incluida en El hijo de las estrellas. La idea es interesante y contrasta con el ritmo de las aventuras anteriores.
En su regreso de Brek Zarith, la familia Aegirsson se instala en una isla desierta del sur de Escandinavia. Un buen día, Thorgal viaja al continente para comprar harina y ropa de abrigo. Su mujer y su hijo tendrán que arreglárselas solos, toda una oportunidad para que se despierten los poderes sobrenaturales de Jolan… y los autores jueguen con un relato en el cual el terror irrumpe en lo cotidiano. Esta idea, aunque bastante novedosa —se había puesto en boga gracias a Stephen King y Sam Raimi—, se convierte en un pretexto para tratar otras cuestiones, como la soledad o la condición femenina.