Cuando se pregunta a Van Hamme si le gusta matar a sus personajes, este muda el gesto y, muy serio, arguye —como se verá unas páginas más adelante— que obedece a una necesidad narrativa y que cada caso entraña un desafío notable. No cabe duda de ello, pero ¿a qué responde este relato tan enloquecido? Van Hamme debía de sentirse muy seguro de sí mismo, ya que en apenas siete páginas acaba con la mayoría de los protagonistas. Comienza con Thorgal, aunque es algo a lo que el lector ya está acostumbrado. Le siguen Kriss de Valnor, los nuevos amigos de Jolan e incluso, como se verá más adelante, Aaricia y Loba. Ante tal panorama, cuesta mucho imaginarse cómo se las apañarán los autores. La solución se halla en la paradoja temporal, a la que han recurrido en varias ocasiones. La historia, además, cuenta con una novedad importante: por primera vez, Jolan se convierte en el personaje principal. Con la ayuda de su yo futuro, vence a la muerte, rompe la fatalidad de ese ciclo maldito y salva a su hermana y a su madre de la insoportable humillación a la que Kriss las somete. Ahora sí: la serie se ha convertido, por derecho propio, en una inmensa saga familiar.